08/09/2022
 Actualizado a 08/09/2022
Guardar
Decía Mijares, que era un fenómeno, que a las crías de hoy les crecen antes las tetas que los dientes... No sé si exageraba, (él era un exagerado del copón en casi todos los órdenes de la vida), pero este verano que estamos finiquitando a poco que te fijases, en la terraza del bar de Vegas, tenías a tú disposición un catálogo de tetas mucho más completo que el que plasmó Francisco García Pavón en una de sus novelas detectivescas manchegas, con Plinio de protagonista: ‘El reinado de Witiza’. Os cuento alguna del catálogo que encontraréis en el libro:

– Las de torta de Alcázar: redondas, sin relieve y con el pezón hundido.

– Las agradecidas y sueltas, que, aunque duras, temblequean a cada golpe de tacón.

– Las agradecidas de la vida que de puro hinchadas no dejan ver a la propietaria la parte baja de su propio cuerpo.

– Las de pera de agua, que empitonan el vestido y lo alzan en su parte delantera.

– Las de calabacín sin gracia y con el pezón entornado de pura vergüenza.

– Las lloronas, en forma de llamador, aunque tengan su miaja de vuelta hacia arriba para aspira el aire del escote.

Es, como digo, un resumen. El libro lo leí hace..., demasiadas lunas y me sirvió para hacer una maldad a cuenta de tres chicas de Moral. Un amigo y un servidor, decidimos hacer tres paquetes con dos globos cada uno, hinchados según el tamaño de las glándulas de la destinataria. A Begoña, (un cielo de mujer), se las pusimos ‘gradicas’, con una nota explicativa. A Mikel, (otro cielo de chica, además de muy hermosa), le pusimos dos más pequeñas y otra nota, y a Yoli, en aquellos tiempos mi tormento particular, le tocaron unos globos pequeños, casi ridículos, amén de la consabida explicación.

Se las entregamos una noche de primavera sin sueño, a unas horas en las que por la calle no andaban ni los gatos. Al día siguiente, cuando abrieron el paquete, Begoña y Mikel se escojonaron. Yoli, en cambio, agarró un rebote curioso, sabiendo que había sido un servidor el autor de la aventura y cuando nos vimos en León, dos o tres días después, me dejó clarísimo, meridiano, que había quemado mis últimas naves y que podía ir buscándome la vida en otras plazas. Al final, la juerga no me dejó más que un muy mal sabor de boca, por el definitivo abandono de Yoli, además del cabreo consiguiente, pero fue como aquel chiste de Gila, cuando la dijeron a la mujer del nuevo maestro que tendiese la ropa en un cable de alta tensión y quedó seca: joder lo que se rieron y le comentaron al enfadado profesor: «Oiga, si no sabe aguantar una broma, márchese del pueblo».

A lo de las chicas y las tetas, que me desnorto: Sí, es verdad que las crecen a una velocidad inusitada y que, encima, se sienten orgullosas de mostrarlas. Y se equivocan..., no saben, porque son muy modernas, aquel adagio que decía, «teta que la mano no cubra, no es teta sino ubre». El asunto, en lo de las tetas, es que con el tiempo pierden su consistencia y siguen, a pies puntillas, el orden impuesto por la ley de la gravedad, cayéndose de una manera muy fea, casi estrafalaria, y solo pueden ser sujetadas, (de aquella manera), por el cinturón o el cordel del mandil. Uno tiene claro que el desarrollismo es malo como concepto en todos los ámbitos de la vida, pero, sobre todo, en lo que se refiere a lo del envejecimiento, que comienza en el momento de nacer, es desastroso. Si a los catorce o a los quince años tienes panza, ¡ay, hermano!, cuando cumples los cincuenta tendrás que soportar una barriga cervecera que te impedirá verte la pilila y los pinrreles y, entonces, es mejor entregar tú alma al Señor, puesto que nadie te querrá ni ver. Lo mismo pasa con las chicas y sus tetas...

A uno siempre le entusiasmaron las mujeres delgadas, con tetas pequeñas, cintura de avispa y casi sin cadera. A uno, la verdad, es que siempre le gustaron las mujeres andróginas, esas que, por su físico y su carácter, merecerían ser hombres con los huevos como los tigres, (pequeños y pegados al culo), pero que son mucho más eróticas y sensuales que las mujeronas. ¿Os atreveréis a negarme que Khatarine Hepbun, Marlene Dietrich, Annie Lennox, Ruby Rose o Grace Jones no se os han aparecido en algún sueño erótico, de esos de dos rombos? A mí, os lo confieso, muy a menudo. Y me parecen tan hermosas, o más, que la Monroe, la Bardot o la Cardinale, hembras neumáticas, mujeres míticas para los ‘supermachos’ cachondos de medio mundo. La verdad, es que no sé por qué he escrito este artículo. Tengo súper claro que os importan un huevo y la mitad del otro mis películas. Aún así, espero haberos sacado una sonrisa...

Salud y anarquía.
Lo más leído