02/05/2022
 Actualizado a 02/05/2022
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Toda la ciudad es un escombro. Toda la historia ardiendo. Todos los recuerdos escondidos en el bunker de una fábrica de acero. Tan solo, en medio de la plaza, el envoltorio que protege la estatua del gran héroe ucraniano: Tarás Shevchenko, el gran poeta nacionalista cuyos versos animan a la resistencia de los últimos defensores, asediados por el ejército ruso. La historia se repite siempre. Doscientos años no son nada. Todo continúa igual. La gran potencia vecina justificando la masacre de apropiación en unos derechos de una parte de los ciudadanos en contra de los derechos de otra parte de ellos. ¿En interés de quién? Evidentemente, en el suyo propio.

No sirven las razones. Si se devastan ciudades y se destruyen a sangre y fuego, no estamos hablando de otra cosa que de crímenes contra la humanidad, crímenes horrendos. Así de sencillo. Y aquí es donde entra la poesía. En esta encrucijada es en la que el ser humano necesita un ángel que se aparezca y a quien pedirle consuelo.

«Si he de morir, sepultadme en una tumba en la estepa de Ucrania querida, romped las cadenas y rociad con sangre enemiga la libertad plena».

Sus versos, hoy más que nunca convertidos en símbolos de la resistencia frente al invasor ruso, se recitan y se cantan en las trincheras y en las calles por los soldados y por la gente como elementos para agitar los ánimos del pueblo en su lucha contra el ejército del ruso Vladimir Putin.

«Si he de morir, sepultadme / en una tumba erigida / entre las vastas estepas
de Ucrania querida. / ¡Qué la espaciosa campiña,/Dnipró y las quebradas
sean visibles, y se escuche / el rugir las cascadas! / cuando lleve de Ucrania
al mar azulado / sangre enemiga... entonces yo /montañas y prados /dejaré e iré a reunirme /con Dios, y devoto /estaré orando. Pero antes /Dios me es ignoto.
Sepultadme, y levantaos /romped las cadenas, /rociad con sangre enemiga
la libertad plena. /Y en una familia grande, /libre y renovada, /no olvidéis recordarme /en voz reposada».

Escribe nuestra Esther Bajo en su magnífico ‘Misterios Gozosos’: «Morimos por el peso del pasado». Y estos pobres infelices que, después de casi tres meses, están a punto de morir por culpa de un redentor a sueldo a quien se le ocurre ‘liberarlos’ para devolverlos a un ayer en el que la madre Rusia campeaba sobre esos campos ubérrimos de trigo y de maíz, como si no tuvieran ellos mismos voluntad suficiente y derecho para vivir sus vidas al margen de la voluntad ajena.

La identidad nacional nunca jamás debe ser motivo de exterminio.
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