15/04/2020
 Actualizado a 15/04/2020
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Esta primavera pasará y pasará igual que todas, para siempre. Quizás fue Lucrecio quien así nos advirtió de la irreparable fuga de la vida, de lo imposible de volver atrás, de la pérdida de lo no hecho en su momento. Esta primavera pasará. La recordaremos como la primavera del encierro, una primavera sin humanos, en la que los pájaros cambiaron su trinar y los delfines volvieron a Venecia. Pero ojalá no sea una primavera sin humanidad.

No es hermético nuestro confinamiento, sin embargo. De fuera nos llegan noticias de tristes defunciones. Es terrible. Terrible el dolor de esas familias que pierden sin poder siquiera despedirse. Vaya con ellos mi cariño. Pero también se cuelan, por los sutiles resquicios de las tecnologías, sabias reflexiones que acompañan. De entre todas ellas, bebo ahora de esta que Alberto Rodríguez Gorgal saca de los pozos de Roma. Tengo lo que di. Así de sencillo. Aldabonazo en nuestros egoísmos. Despertar de un sueño de codicia. Nada nos pertenece sino lo que generosamente hemos dado. Eso nadie nos lo puede arrebatar. Es hora de dar. Lo que demos será lo que tengamos.

Tocan las campanas. Me llega el tañer de las campanas de mi pueblo. Desde esta lejanía, se lo agradezco infinitamente al campanero, Balbino, y a Jesús, que lo ha grabado. Las oigo en mi teléfono y desaparece al instante toda la distancia. Entre tanta muerte, suenan a resucitado, a esperanza. Nada como el sonido de las campanas para despertar las emociones primarias, atávicas, aquellas que ya nos quedaron grabadas en la infancia y que ahora, tan lejos, me ponen el corazón de punta y hace que se asomen las lágrimas. Lágrimas de pertenencia.

Las campanas son la voz del bronce y de los pueblos, la llamada que convoca y congrega a la comunidad. La comunidad, el pueblo, que junto celebra y junto cumple duelo; la comunidad, el pueblo que acude como uno a ayudar, porque ese ayudar es ayudarse. Hoy, más que nunca, se hace necesaria esa comunidad. Mañana, más que hoy, será necesaria. No consintamos que nadie quede atrás. Es hora de dar. Cada uno como pueda. Porque dar es darnos. Hemos de aprender esta lección de esta primavera que también pasará.

León despierta cada mañana diciendo: hoy es mi cumpleaños. No tomemos a broma lo que dicen los niños, a su modo nos revelan la verdad.
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