«Tengo el mejor entrenador, mi perro Zar y la altura de La Cueta»

Manuel Merillas acaba de ganar en el Mont Blanc una de las carreras (de 56 km) más mediáticas y con más difusión del mundo, otra más; pero ya está de regreso a su mundo en La Cueta, a su perro Zar, su familia y los 8 habitantes

Fulgencio Fernández
28/08/2022
 Actualizado a 28/08/2022
Manuel Merillas ya no podría entender la vida sin su perro Zar, que es mucho más que un familiar, «forma parte de mí, somos uno», dice. | L.N.C.
Manuel Merillas ya no podría entender la vida sin su perro Zar, que es mucho más que un familiar, «forma parte de mí, somos uno», dice. | L.N.C.
Pido disculpas por no estar familiarizado con el lenguaje de las carreras de montaña, sus récords, sus hazañas... pero no puedo evitar que me resulte fascinante el mundo del joven leonés Manuel Merillas, un grande a nivel mundial de estas especialidades, a veces no conocidas por el gran público.

Ante el desconocimiento acudo a gentes de la montaña, las carreras, los ultra trail y cosas así que significan, por ejemplo, correr 56 kilómetros por el monte; que es lo que acaba de hacer (y ganar) el leonés al imponerse en la ultra trail Mont Blanc, «seguramente la carrera más mediática, de más prestigio y difusión del mundo».

Y ante la pregunta a los que conocen de sus éxitos y su vida, curiosamente se repite una respuesta muy poco técnica o alambicada: «Es un puto crack, Manu es un puto crack».

Es lo que hay.

Desde luego es un personaje singular y admirable, que reconoce una cosa: «Siempre he tenido muy claro lo que quería hacer en la vida; otra cosa es si es posible el camino» porque, por ejemplo, reconoce tramos en los que se le hizo muy difícil seguir. Y en ese momento alguien que puede sorprender su importancia en la vida de Merillas, salvo que te lo explique él, entonces lo entiendes todo mucho mejor cuando habla de su perro Zar, al que define como su mejor entrenador porque, explica, «soy atleta, pero no tengo entrenador». Ahí va su relato:

- Zar muestra en todo momento unas ganas de vivir que yo hace un tiempo no tenía, porque tuve una lesión muy grave. En esos tiempos, aunque yo no quisiera, no tuviera ánimos para entrenar, me obligaba a salir pues tenía que llevarle a él al monte a pasear. Eso me obligaba, y poco a poco él me fue sacando adelante, gracias a él superé aquello. Más que una motivación es un modo de vida, correr sin él no podría ser lo mismo. Yo no tengo entrenador, Zar es mi entrenador personal y no hay nadie mejor.

Zar es un paso más en ese caminar hacia el atletismo, las carreras, la naturaleza. Un paso más hacia un destino que Manu siempre tuvo muy claro aunque cuando comenzó a correr los ultra trail ni sabía bien lo que era, pero sí lo que quería. «Yo nací, en 1991, en Valseco y me crié entre mi pueblo y Páramo del Sil, donde mi madre tenía un bar. Y Claro que corría, como todos los guajes, o detrás del ganado de mi padre, que siempre había una vaca detrás de la que correr». Y hacía deporte, no se le daba mal el fútbol y llegó hasta el Laciana... Y ahí, aparece el atletismo: «Yo corría para mejorar en el fútbol y me fue atrapando el correr».

Y, además, corría como los galgos. No se le olvida la primera carrera en la que participó, por el curioso nombre que tantas veces le ponen los vecinos asturianos a sus cosas. La carrera se llamaba ‘La quebrapates’, Manu tenía 18 años, mucha personalidad y un descubrimiento:«Había muchos valores en las carreras... más que en el fútbol».

Hablando de valores no quisiera pasar por alto algo que comenta alguien que conoció a Manu en su etapa en el Ejército, ya llegaremos a ella pero la anécdota tiene mucho que ver con los valores, muy presentes en la trayectoria de Merillas. Alguien le recordaba que se habían encontrado en una estación y le dijo a Manu que no tenía ni un duro para irse y el leonés se lo dio.

También es muy significativo cómo afronta Manuel Merillas los contratiempos. Después de haber sido campeón de todo, también del mundo, le dejaron fuera de la selección española y él escribió, hace tan solo unos días: «Revalidar el título de campeón del mundo no va a ser posible, ya que este año no he sido seleccionado. Sí podría hacer la carrera pero en la competición popular, porque si no perteneces a una selección no entras a formar parte del Campeonato. No pasa nada, estoy pensando en ir representando a La Cueta, que este año el recorrido tiene muy buena pinta...».

Pero hemos dado un salto en el tiempo en aquel chaval que jugando al fútbol descubrió otro deporte y siempre tuvo claro otro destino. «Mi meta, lo que quiero ser, es guía de montaña; por el camino he ido dando otros pasos, como los seis años que estuve en el Ejército, entre San Sebastián y Jaca». Su paso por Jaca tambiénle marca pues descubrió y practicó el esquí de montaña, pero tampoco es su destino».

Y llega, en 2016, en una carrera en Cantabria un momento crucial, una lesión importante en el tendón de Aquiles, la operación, por suerte evita las prisas... y en el horizonte aparece La Cueta. «Siempre había caminado hacia la montaña y La Cueta es ideal. A 1500 metros, mucha nieve, naturaleza, soledad para pensar, Zar como compañero... Había buscado con mi padre una casa, una cabaña algo, pero no la encontramos y viví tres años en una caravana, en unos pocos metros cuadrados y que en verano era un horno, tenía que irme de ella».

Y tiene una casa. A Zar. Un hijo, lo que convierte los siete vecinos de La Cueta en 8. Hace palos de trail caseros. El reto de ir a correr a EE.UU. Y el horizonte de ser guía de montaña.
Archivado en
Lo más leído