Tempus fugit

Por fin parece que el Ayuntamiento de León va a restaurar y limpiar la fachada de las antiguas Escuelas de Julio del Campo, en la calle que lleva su nombre, uno de los edificios más singulares y simbólicos del patrimonio artístico de la ciudad. Con los símbolos masónicos campeando sobre él, el edificio, dedicado a múltiples funciones desde que su constructor lo donó a los leoneses, ha cruzado la historia a pesar de ello, eso sí, cada vez más deteriorado y sucio, lo que quizá ayudó a salvarlo de la piqueta. Durante la dictadura franquista, que tanto persiguió a la masonería, la exposición de sus símbolos en la fachada a la vista de todos con claridad hubiera hecho reparar en ellos a más de uno que, de esa forma, ni se enteró.

Hay más obras del escultor y arquitecto dispersas por la provincia, desde el busto al maestro de Tolibia, también con los símbolos masónicos grabados en el pedestal, a diversos relieves y placas de piedra dispersos por la capital: la del número 1de la propia calle de Julio del Campo, la de la avenida de Palencia, su provincia de origen, etc, así como la casa del número 25 de Ordoño, pero su obra principal es esa fachada que, como dice Julio Ruiz Miranda, es el mayor graffiti de la ciudad con su más de 600 palabras talladas en piedra, aparte de los relieves de herramientas de trabajo y los símbolos masónicos. Aunque para quien escribe esto hay una obra aún superior a ella que debería limpiarse y restaurarse también y que no es otra que el mausoleo del escultor, que diseñó él mismo y esculpió el marmolista Manuel Gutiérrez y que sorprende a los visitantes del cementerio de Puente Castro a pocos metros de la capilla y en el que sobre la efigie yacente del sepultado, que sostiene una maza de cantero en una mano, un crucifijo sobre su cuerpo y sus libros preferidos a los lados: Vitrubio, Don Quijote de la Mancha y Juan de Arfe, figura la inscripción Tempus fugit sobre las alas de un murciélago que envuelven a un reloj de arena. Sencillamente conmovedor.