17/10/2019
 Actualizado a 17/10/2019
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En 1981 mi compadre Ángelo se presentó en una agencia de viajes de su pueblo, Ostuni, (dónde se encuentran las playas más maravillosas de Italia), con la sana intención de comprar un billete de tren con destino a León, España. La señorita que lo atendió le dijo que era imposible, que en su listado aparecía un Lyon, Francia, pero no un León, España. Mi amigo no se desanimó. Corrió hacía su casa y pidió un atlas a su vecina y con él se presentó, de nuevo, en la agencia y marcando con su dedo le señaló a la sabionda dónde se encontraba realmente León, España. El viaje, por lo que me contó posteriormente, fue épico, digno de una novela de aventuras, con cinco o seis transbordos hasta que, por fin, llegó por primera vez a León, España, de dónde no se ha movido, por el motivo más viejo y noble del ser humano, el amor, en casi cuarenta años. Quiero decir que no sé porqué coño os extraña toda la movida que se ha formado esta semana con el ayudante ese de la marca de la manzana encetada, el que envía a la gente a ‘Valladolor’ en vez de a León. ¡Coño!, sin ir más lejos, no hace mucho tiempo que alguien me contó en el bar que un amigo suyo extranjero, (de Huelva o de Guadalajara, da igual), puso el navegador para que el telar le explicase como ir de León a Vegas y, al llegar, le dijo que vaya mierda de carreteras teníamos por aquí, todas llenas de curvas, estrechas y con muy mal firme. El telar lo había mandado por la Sobarriba, en vez de utilizar la autovía privada que hizo en su día Zapatero para poder llegar a pescar rápidamente a Vegas. Cosas de la tecnología, que nos atontona el cerebro cada vez más peligrosamente. Uno, que es el mejor del mundo mundial para perderse en cualquier circunstancia, nunca pone el dichoso navegador; ni lee un mapa de los que teníamos en el coche, (sí, hombre, uno de esos de Repsol), porque no sabe hacerlo y es fascinante perderse por ahí, como hago siempre, y encontrarte en un lugar tan hermoso que no conocerías jamás si fueses adrede. ¿Qué para llegar a León, España, hay que pasar por ‘Valladolor’? Pues se pasa, que es bueno conocer algo distinto a lo que vemos habitualmente y no por ello se acaba el mundo. Viajar, siempre que lo hagas con sensatez, es una de las cosas que diferencian a los hombres del resto de los seres de la creación, puesto que nosotros, en estos tiempos, casi siempre lo hacemos por placer y ellos, en cambio, lo hacen por necesidad. Si para viajar necesitas que una máquina te lleve, deja de ser un placer para convertirse en un agobio, en una molestia, en un oprobio. No sé porque le damos tanta importancia a lo de que tenga más importancia ‘Valladolor’ que León. Es un asunto coyuntural, circunstancial... Hace mil años, de haber existido el dichoso navegador, hubiera sucedido al contrario. No existe la más mínima duda que León era mucho más importante que ‘Valladolor’. Lo ideal, cree uno, es que a León venga la gente que de verdad está interesada en conocernos y esa no necesita que nadie le diga por dónde venir. ¿Conocéis a algún asturiano que necesite ayuda para venir a secarse a León? Pues ya está.

Esto de tener que atender a la tecnología para saber que está pasando es, sin duda, un retroceso en la civilización. Conozco a uno que ante la evidencia de que estaba lloviendo, sacó su móvil y dijo: «Sí. El teléfono dice que hay un ochenta por ciento de posibilidad de lluvia». No supe si reír o llorar o tomármelo a cachondeo. Otra opción hubiera sido soltarle un bofetón, pero me pareció violencia de género. La tecnología es manejada por hombres, (y mujeres), sin escrúpulos, que deben todo a su amo y, por lo tanto, hacen lo que su amo les ordena. Las televisiones, la emisoras de radio, los periódicos, obedecen ciegamente los dictados de sus consejos de administración o de su administrada única y, en vez de ser objetivos e informar desde la más estricta neutralidad, arriman el ascua a su sardina, o sea, a la del partido u organización de la que más van a sacar una vez detenten el poder. Y por eso tenemos que tragar las ruedas de molino que nos sirven de aperitivo o de plato principal, dependiendo de la hora.

De aquí al 10 de noviembre, dichoso mes que empieza con los Santos y acaba con San Andrés, os volverán locos; todo por conseguir que en el momento supremo de introducir el sobre en la raja de la urna, no votéis equivocadamente. Allá vosotros, hombres y mujeres que os creéis tonterías tales como que el que no vota no tiene derecho a protestar o que la abstención favorece siempre a los que mandan. La pregunta que os debéis hacer es, ¿quién manda en realidad? Sean quienes sean, lo que más temen es que alguien sea suficientemente libre para decidir llegar a León, España, no pasando por ‘Valladolor’. O si...

Salud y anarquía.
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