Tejedores de los sueños de la vida

Las tejedoras, la memoria de aquellas mujeres, niñas, también niños y paisanos que tejían para múltiples usos. Recuerdo de las espías, que en mensajes ocultos en los nudos de punto mandaban códigos durante las guerras

Toño Morala
25/11/2019
 Actualizado a 25/11/2019
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Casi siempre ocurre que lo más inesperado, de repente se convierte en algo muy importante, y que apenas le damos el valor que tuvo en su momento. El ser humano necesitaba abrigarse, y previo a unos pasos anteriores que no vienen al caso, comenzaron a hilar y hacer ovillos de diferentes fibras, así como a tejer de diversas formas y con diferentes útiles. No hay que confundir el hilado para el telar, como para tejer con agujas de varios tipos y ganchillos, principalmente; más adelante, el encaje de bolillos, también se transformó en una manera de entretejer hilos de diferentes formas y tamaños. Este mundo de tejedoras y las que hacían y hacen ganchillo, es tan enorme, que me he quedado impresionado de tanto arte y todo hecho a mano; aquí no metemos ninguna máquina, ni invento, solo la habilidad de la persona, la paciencia, unas manos y dedos rápidos, y el charlar sin perder la concentración en la prenda que se está elaborando. Y claro que sí, a uno le llega el recuerdo de las abuelas y madres… si era invierno, escuchando la radionovela, o aquel famoso programa radiado, ‘Elena Francis’. En ese par de horas después de la merienda, en la cocina no se podía hablar, ni moverse; estaban centradas a la vez en el ganchillo o el tejer con las agujas largas, y a la vez escuchando la radio y comentando en bajo alguna cosina que no les cuadraba de algún cara dura, que había ido a comprar tabaco y no volvió más a aparecer por casa. Y si era verano, en el portalón, o en la calle, se ponían todas sentadas en una banquetina  baja de enea o madera, y allí las vieras tejiendo, cantando, hablando, rechistando a los chavales… recuerdo una jugada maestra de un gato; el caso es que las paisanas, tenían los ovillos en unas pequeñas cestas para que la lana o el hilo, no se desparramara y se mezclaran entre los de las otras. Cada una tenía su cestillo o bolsa… en una de esas, el gato que estaba a la vera de una de aquellas cestas, al tirar la buena señora para seguir tejiendo, se conoce que se asustó, le pegó un mordisco al ovillo, rompiendo el mismo, y encima se largó a toda leche con él en la boca… parece ser que nunca jamás se supo de aquel ovillo. Y es que además esas cosinas costaban sus buenos dineros, de ahí que muchas, deshacían los viejos jerséis, y con la lana, y otra nueva, le ponía una cenefa en el pecho y mangas, y jersey nuevo para una buena temporada. También hacían calcetines de lana, guantes para las manos, bufandas, gorros, los pasamontañas, también llamados verdugos… y también, cuadro a cuadro, a ganchillo, colchas y tapetes para las mesas camilla, o para poner encima de la tele el famoso toro, o pequeño jarrón con flores de pega, claro.

Mujeres centradas a la vez en el ganchillo o el tejer con las agujas largas, y a la vez escuchar la radioY a quién se le habrá ocurrido, primero el hilar las diferentes fibras, desde seda, algodón, lana, lino… y encima con dos agujas, imagino que de hueso; tejer y hacer miles de prendas para que la vida fuera más llevadera; la inteligencia natural de aquellas buenas gentes era tan inmensa, que el resultado es el que es. La evolución a lo largo de todos los siglos, ha sido casi siempre constante, aunque hubo etapas que se tardó más el crear algunos útiles y formas de estar en la tierra; pero entre lo que la misma daba, y la sabiduría que se iba adquiriendo, se llegó hasta nuestros días; y en esto de tejer, han cambiado algunas cosas y materiales, pero en lo fundamental, en el arte manual… habrá mejores agujas y con menos peso, habrá mejores ganchillos, pero la esencia, sigue ahí desde hace muchos siglos. Y la vieja, como la más reciente historia, nos cuenta cosas que dan para una buena novela… una de las cosas que más me ha llamado la atención, ha sido el uso del tejer en las guerras; la posibilidad de escribir con hilos y lanas abría un gran abanico de posibilidades a la hora de registrar información, que obviamente era casi imposible de descifrar por el enemigo. Ya el libro publicado en 1942, ‘A Guide to Codes and Signals’ escrito por Gordon Petersen aseguraba que: «Los espías han sabido trabajar los mensajes del código en el punto, el bordado, las mantas, etc.». El libro hace referencia al periodo de la I Guerra Mundial en el que en aquellos espacios donde había tejedoras, a menudo había también espías que usaban sus tejidos para codificar mensajes y ocultarlos físicamente.

No solo jerseys, también calcetines, guantes, bufandas, pasamontañas, gorros o los llamados verdugosTiene lana el asunto. Otro comentario… «Por lo general, las mujeres espías en territorios ocupados durante la I Guerra Mundial fueron contratadas para peligrosas tareas como conseguir información de los alemanes que ocupaban sus pueblos, cifrarlas y transmitirlas, así como organizar redes clandestinas porque sus movimientos despertaban menos sospechas que los de sus colegas masculinos». Uno de los servicios de inteligencia más destacados fue ‘La Dame Blanche’, principal organización de resistencia en Bélgica, cuyo personal era en gran parte femenino, y era reclutado sin tener en cuenta la clase social o la edad. Debido a que a las mujeres se las animaba a tejer calcetines, gorros y pasamontañas para los soldados durante conflictos bélicos como la Guerra Civil Americana y las Guerras Mundiales, el trabajo de tejedora era una tapadera fácilmente utilizable para las mujeres espías. Otras fuentes aseguran, que después de que el código Morse fuera inventado, pronto se cayó en la cuenta de que la cuerda y el hilo se adaptaban bien a este código en el que un nudo de lazo ordinario equivaldría a un punto y un nudo en forma de ocho a un guión. Pero el arte del punto y el espionaje no es algo único de la I Guerra Mundial. En muchos casos, el hecho de ser una tejedora -incluso si no hacía tejidos codificados- era suficiente para reunir información, y esta tradición continuó décadas después durante la Segunda Guerra Mundial. En Bélgica, la resistencia contrató a mujeres mayores cerca de los andenes de los trenes para agregar código a su tejido en el que registraban el recorrido de las fuerzas enemigas… el espionaje fue la clave, parece ser, de ganar algunas guerras, y el tejer ahí estuvo, como si nada.

Y también las niñas y niños, aprendieron a tejer para ayudar a los suyos. Los escolares hacían simples cuadrados de nueve pulgadas que se cosían juntos en mantas, y a los que se les daba mal el tejer, pues hacían vendajes con hilo de algodón 100%. Pero también los había muy manitas y manejaban proyectos más ambiciosos como tejer jerséis, guantes y guantes sin dedos que mantenían calientes las manos del soldado; pero la necesidad más urgente era la de calcetines; los soldados necesitaban pares a mansalva, pues se desgastaban muy pronto…

Y vamos cerrando que la cosa tiene mucho ovillo, hilo, agujas, bolillos, ganchillo… y alguno más que seguro queda en la memoria de algunos. Hay que dar una pincelada de algo transcendental como fue el  cambio en la manera de tejer…  El tejido de estilo continental, que estaba asociado con Alemania, cayó en desgracia en los países de habla inglesa durante la Segunda Guerra Mundial, y la gente cambió a tejido de punto inglés. La diferencia es qué mano sostiene el hilo: la izquierda en Continental, la derecha en Inglés. El tejido continental es generalmente más rápido y más eficiente, ya que el hilo no tiene que moverse tanto, por lo que comenzó a ganar popularidad después de la guerra. Y, sí, queridos lectores, eran las tejedoras de dedos ávidos de donde nacían los pocos colores, y sobre su regazo, casi siempre reposaban recortes de hilos y lana y la pelusa, que esa era más difícil de quitar. Muchas tejían de noche, o a horas secretas, y siempre en silencio… a veces, también tejían olvido y lágrimas, esas eran las lágrimas de la dignidad… iban arropando los fríos cuerpos en tiempos muy duros, y lo hacían con el corazón y con punto de cruz… e iban tejiendo los sueños de la vida.
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