Tecnoestrés, un mal de nuestro tiempo

Javier Puyol
15/03/2020
 Actualizado a 15/03/2020
Hoy en día, es más que común el uso de los elementos tecnológicos que todos tenemos a nuestra disposición, como pueden ser: Internet, la telefonía móvil, los robots industriales, el teletrabajo, la “e-conomía”, la sociedad de la información, y un largo etcétera de múltiples dispositivos móviles de que disponemos, y que coadyuban en la producción del llamado tecnoestrés también conocido como síndrome de la fatiga informática.

Debemos partir de que constituye un hecho plenamente constatable, que todos estos cambios tecnológicos traen consigo problemas técnicos más que evidentes, pero también problemas humanos y sociales objeto de un profundo debate, debido, principalmente, a sus consecuencias tanto para los trabajadores, como para las empresas y las organizaciones en general.

Esta exposición a las nuevos desarrollos tecnológicos, que se produce tanto dentro como fuera del ámbito laboral, y que puede producir efectos patológicos, tal como señala en un Informe la UGT, se encuentran representados por manifestaciones tan cotidianas como pueden ser: la ansiedad y el temor ante su uso, la fatiga, el estrés, así como otros trastornos y patologías relacionados con su uso continuado.

Como pueden ser: la depresión, las dificultades de concentración, y, las pérdidas de memoria, el consumo de sustancias, la existencia de problemas musculares, entre otras consecuencias, que incluso pueden llegar a provocar y producir la dependencia del trabajador al uso de los mismos, que determine la necesidad continua de tener estos estímulos tecnológicos.

A ello, se le debe añadir otra serie de circunstancias como son: el uso desmesurado, constante y mantenido de estos nuevos medios tecnológicos en el trabajo, los insuficientes periodos de descanso durante la jornada laboral, que impiden desconectar al trabajador del uso de los equipos de trabajo, y al uso cada vez más cotidiano de las nuevas tecnologías en cualquier ámbito, especialmente en los de carácter laboral, doméstico y social.

Según un estudio del Observatorio de Prevención de Riesgos Laborales acerca del tecnoestrés, entre sus causas se encuentra la necesidad de los trabajadores de usar las TIC en el puesto laboral y los recursos de que se dispone para satisfacer estas exigencias como, por ejemplo, el móvil, el correo electrónico, la comunicación mediante aplicaciones de mensajería instantánea o el uso de ordenadores portátiles o tabletas.

El trabajador debe saber desenvolverse con nuevas tecnologías y estas cambian constantemente, tiene así la exigencia de estar constantemente actualizándose y jamás llega a sentirse del todo preparado[1].

Por todo ello, cabe afirmar que, el concepto de tecnoestrés está directamente relacionado con los efectos psicosociales negativos del uso de las Tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s), y el gran problema de la dependencia con relación a las mismas.

No hay barreras entre el horario de trabajo y el de la vida personal

Y, es que, en este momento, en muchos casos, no existe una gran barrera que separe el horario de trabajo, de aquel que está reservado específicamente a la vida personal y familiar, puesto que la facilidad y la accesibilidad a medios y dispositivos móviles facilita especialmente el hecho de que se mantengan toda clase de comunicaciones a cualquier hora del día.

Todos tenemos la experiencia de lossms, de los WhatsApp, de las llamadas telefónicas, de los correos electrónicos y de otros medios de comunicación, utilizados para hacer llamadas o enviar mensajes a cualquier hora del día o de la noche, incluso a horas intempestivas.

Esta realidad, tal como se anticipó, se encuentra agravada por la falta de descanso, y al mismo tiempo `por la presunta falta de capacidad en muchas ocasiones por parte del trabajador de gestionar adecuadamente tanta información, lo que termina produciendo una situación difícilmente asumible a nivel psicológico, y consecuentemente con ello, la indicada fatiga informática, también conocida como “tecnoestrés”, tal como ha quedado indicado anteriormente.

Debe tenerse presente que el término tecnoestrés fue acuñado por primera vez por el psiquiatra norteamericano Craig Brod en 1984 en su libro “Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution”, y define este síndrome como: “Una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”.[2]

El mismo hace referencia a los problemas de adaptación a las nuevas herramientas y sistemas tecnológicos.

¿Una enfermedad?

Además, se entiende el tecnoestrés como “una enfermedad” y lo más relevante de ello es que la misma está causada por una falta de habilidad o incompetencia de los propios usuarios.

Otras definiciones del tecnoestrés han venido dadas por autores como Michelle Weil y Larry Rosen en su libro “Technostress: coping with Technology @ work, @ home and @play” publicado en 1997.

Ellos lo definen como: “cualquier impacto negativo en las actitudes, los pensamientos, los comportamientos o la fisiología causado directa o indirectamente por la tecnología”.

Estos autores señalan que el tecnoestrés es también una enfermedad y que se debe principalmente al creciente estrés que produce la invasión en la vida diaria de teléfonos móviles, e-mails, PDA’s, etc.

Con esta definición van un paso más allá y centran el tecnoestrés en el impacto negativo de la tecnología.

No obstante, sigue siendo una definición demasiado amplia para poder ser operativa.

Una definición más específica​ es la que sostiene María Salanova, que entiende el tecnoestrés como: “Un estado psicológico negativo relacionado con el uso de TIC o amenaza de su uso en un futuro. Ese estado viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas y los recursos relacionados con el uso de las TIC que lleva a un alto nivel de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TIC”.

De este modo, cabe afirmar que la visión de Salanova sobre el tecnoestrés, está relacionada con el paradigma “demandas-recursos” que ha dominado el panorama organizacional de las últimas décadas.

Es en el mundo laboral, y concretamente en los departamentos de prevención de riesgos laborales, donde se empieza a tomar en serio este fenómeno[3].

Es realidad más, y ello con independencia que la misma pueda ser considerada como una enfermedad.

Por ello, sería más exacto definirlo como un desajuste de valoración, entre las exigencias y los recursos que las tecnologías de la información y comunicación (TIC) requieren de aquellas personas que desarrollan una actitud negativa y pesimista vinculada con los dispositivos tecnológicos y como consecuencia les desencadena todo tipo de reacciones fisiológicas nada placenteras observadas a nivel corporal.[4]

No obstante, ello, hoy por hoy, si se considera que el Tecnoestrés es una enfermedad, y que la misma estaría provocada por la incapacidad de hacer frente a las nuevas tecnologías de la informática de una manera saludable.

Esta enfermedad puede manifestarse tanto en aquellas personas que les cuesta más adaptarse, y aceptar la tecnología informática, como en aquellas que tienen un exceso de identificación con la tecnología informática.

Los primeros a menudo se sienten presionados para aceptar y usar los ordenadores.

Esta presión puede causar dolores de cabeza, pesadillas, o la resistencia al cambio.

Mientras que las personas que pasan de una manera continuada en el tiempo intensas y largas horas delante del ordenador comienzan a interiorizar inconscientemente las características de la computadora y pasan a considerar a la máquina como parte de su estado de ánimo.

Tres tipos de tecnoestrés

Al hilo de todo ello, cabe indicar que el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo (INSST) diferencia tres tipos de tecnoestrés:​

a). En primer término, la llamada “tecnoansiedad”, que es el tipo de tecnoestrés más conocido, en donde la persona experimenta altos niveles de activación fisiológica no placentera, y siente tensión y malestar por el uso presente o futuro de algún tipo de TIC.

La misma ansiedad lleva a tener actitudes escépticas respecto al uso de tecnologías, a la vez que pensamientos negativos sobre la propia capacidad y competencia con las TIC’s.

b). En segundo lugar, cabe hacer referencia al síndrome conocido como “tecnofatiga”, el cual se caracteriza por sentimientos de cansancio y agotamiento mental y cognitivo debidos al uso de tecnologías, complementados también con actitudes escépticas y creencias de ineficacia con el uso de TIC’s.

Un tipo específico de tecnofatiga es el llamado: síndrome de la “fatiga informativa” derivado de los actuales requisitos de la Sociedad de la Información y que se concreta en la sobrecarga informativa cuando se utiliza Internet.

La sintomatología es: falta de competencia para estructurar y asimilar la nueva información derivada del uso de Internet, con la consiguiente aparición del cansancio mental.

c). Y finalmente, debe hacerse alusión a la llamada “tecnoadicción”, que se trata de una modalidad de tecnoestrés, de carácter específico debido a la incontrolable compulsión a utilizar TIC en “todo momento y en todo lugar”, y utilizarlas durante largos períodos de tiempo.

Los tecnoadictos son aquellas personas que quieren estar al día de los últimos avances tecnológicos y acaban siendo “dependientes” de la tecnología, siendo el eje sobre el cual se estructuran sus vidas

En definitiva, se debe considerar que el tecnoestrés debe ser entendido como un “daño psicosocial” que es susceptible de poderse prevenir en las organizaciones, y, así, evitar sus consecuencias dañinas, debiendo estar comprometidas en este empeño, tanto las empresas, como los propios trabajadores en la necesidad de prevenir los daños psicofísicos y sociales derivados del uso y abuso en la exposición permanente ante los efectos nocivos de las nuevas tecnologías.
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