Tantos hijos como para abrir una escuela en Poladura de la Tercia

En una familia supernumerosa, para los tiempos que corren, el largo confinamiento es mucho más llevadero, no en vano la soledad es uno de los peores compañeros de esta cuarentena. Así la llevan en Poladura de la Tercia Feli, Fernando y sus cinco hijos

Fulgencio Fernández
17/05/2020
 Actualizado a 17/05/2020
Ismael, a sus cosas; Lua, Andrea y Leo, con su madre, Feli, en su casa de Poladura; falta Zoe, que estaba en una "clase virtual". | MAURICIO PEÑA
Ismael, a sus cosas; Lua, Andrea y Leo, con su madre, Feli, en su casa de Poladura; falta Zoe, que estaba en una "clase virtual". | MAURICIO PEÑA
Ismael no para un momento, la cabeza le va a la misma velocidad que los pies; Andrea pone la tranquilidad, la calma, la conversación; Lua anda a medio camino de los dos; el tirillas Leo disfruta en la cama elástica mientras Zoe aprovecha un buen momento de cobertura del wifi para sus clases virtuales, los deberes y esas nuevas formas de acudir al colegio, que vaya por delante, la mayoría opina que «por nosotros, que el colegio siga siendo siempre así, en casa».

Mientras tanto la madre, Feli, la mujer de la eterna paciencia mira sonriente una escena para ella conocido y aprovecha un momento de poca tensión para arrancarle unas notas al piano. Fer, en su garage taller, ‘cafuña’ entre máquinas, hace experimentos mientras escucha rock duro.

Es otra forma mucho más llevadera de pasar el confinamiento en Poladura de la Tercia, donde vive esta familia supernumerosa para los tiempos que corren, Fer y Feli, con los cinco hijos. «Alguna ventaja teníamos que encontrar, ya que no se acuerdan mucho de las familias numerosas».

Hace unos días aparecía en La Nueva Crónica el reportaje «las supermadres» sobre leonesas que habían tenido 15 y más hijos, pero es evidente que eran otros tiempos —los años 40 a 70 del pasado siglo— y en la actualidad una familia de cinco, como esta de Poladura, es cuando menos muy numerosa. Además de edades muy parecidas pues tres de ellos son del matrimonio y otros dos adoptados. Es ‘tan numerosa’ que estos cinco niños serían suficientes «para mantener una escuela abierta» y viendo el transporte escolar que les lleva a sus colegios en Villamanín y Pola de Gordón «los cinco de casa seríamos el ‘pueblo’ que más niños  aporta al colegio exceptuando las cabeceras de municipio».

- ¿Y cómo se lleva el confinamiento en esta casa?
- Bien, muy bien; es la respuesta unánime ante la sonrisa de Feli, que no parece tenerlo tan claro pero jamás se altera por nada.

Comentan Feli y Fer que han cumplido con las normas del confinamiento, aprovechando las posibilidades que les ofrece la casa, su capacidad de entretenerse y las clases virtuales, que ahí es donde tienen más problemas. «Qué te voy a contar de Internet, el wifi, la cobertura y todas esas cosas cuando encima tienen que seguir las clases de manera virtual».

Quien no está muy de acuerdo es Ismael, una máquina de inventar juegos, un cerebro en constante proceso de creación de mundos  mientras Andrea le mira con cara de admiración, pues siempre es capaz de sorprenderlos. «Tú di que por nosotros pueden quedar las clases desde casa para siempre». Y marcha con Leo a desfogarse un poco en la cama elástica, que ha servido de desahogo en muchas ocasiones a lo largo de estas semanas.

Frente a los reportajes de quienes han tenido que afrontar la cuarentena en soledad están los mundos que crecen y conviven en una casa de Poladura de la Tercia, con cinco creadores infatigables.

Y Fer, que baja la música, sonríe desde la distancia. Fer siempre sonríe viendo a estos cinco aventureros.
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