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Tanino, tanino...

23/04/2023
 Actualizado a 23/04/2023
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Queda un mes largo para que comience la floración de las vides y uno corto para que deje de apetecer tomar vinos tintos con mucha barrica y acidez marcada. Pero hay vinos jóvenes que saben bien por debajo de catorce grados, de esos que Jordi Luque y otros forofos llamarían vinos naturales (nada que ver con el Portia que me trajo hace semanas un amigo que vino a comer y que saliendo de la nevera directo me sabe también perfectamente, snobismos los justos). Son productos poco intervenidos industrialmente, poco suavizados, poco uniformizados para el supermercado, los refrescantes.

Ninguno de los anteriores se contaba entre los que desaparecieron de la bodega del restauranteAtrio en octubre de 2021 y por cuyo robo se ha juzgado a dos clientes que acaban de recurrir la sentencia inculpatoria ante el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. De ese gran golpe (como del mucho menos ambicioso en el restaurante madrileño Coque unos meses después) se dice que pudo ser animado por encargo de desalmados gourmets que querrían probar añadas excelentes de bodegas históricas pagando pelín menos de la despreciable cifra de ciento cincuenta mil euros que alguno de aquellos vinos valía en carta. Qué sinvergüenzas, atizar así el mercado negro. Y qué dolor no le habrán producido a los propietarios de esos exclusivos restaurantes, que aun cobrando los de Atrio cerca de tres cuartos de millón de euros del seguro, les sigue doliendo la parte emotiva de asunto, que no se sabe si es esa que –siempre según lo relatado en la prensa nacional– les llevó a valorar en el doble de lo percibido por la mutua el montante total del rapto.

El caso de las cuarenta y cinco botellas del maravilloso complejo cacereño tiene todavía recorrido y, lo que es todavía mejor, puede que se consolide como referente lingüístico y cultural. –No se te ocurra hacerte un Atrio– me advierte burlona mi chica cada vez que caza mi cara embobada de diletante de tercera del vino admirando las estanterías acristaladas de un local bien surtido. Tanino, tanino… tengo coartada. Está pendiente un homenaje vinícola con mi diletante parejo que no es exactamente una gozosa visita a la finca de Vile en Valdevimbre en carrito de golf sino algo más privado. Después de años probando marcas reputadas, se da la excusa para hacer la cata de las catas. Una única botella del vino más emblemático producido en España. Tembleque me entra solo de pensar en las condiciones de temperatura y humedad en que habremos de hacerla. Tanino, tanino… no sucederá en el mes corto que queda.
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