02/02/2021
 Actualizado a 02/02/2021
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Más de una vez habremos dicho u oído la frase de «Hablando se entiende la gente». En efecto, es muy importante el diálogo, a todos los niveles. Probablemente no se haya escrito sobre el diálogo nada mejor que la encíclica ‘Ecclesiam Suam’ del gran Papa San Pablo VI. Fruto de ese espíritu dialogante, hace varias décadas, cuando el comunismo estaba en pleno apogeo, me atreví a escribir un pequeño libro titulado ‘Marxismo para cristianos, cristianismo para marxistas’ en un sincero y tal vez ingenuo afán de poder intercambiar las cosas buenas de unos y de otros. Aún no había caído el muro de Berlín.

Hoy día el diálogo sigue siendo necesario en nuestra sociedad, con frecuencia crispada y dividida. Pero para que el diálogo sea sincero y fructífero han de darse unas condiciones elementales de respeto, actitud de escucha, humildad, tolerancia y, sobre todo, afán por buscar la verdad y aborrecer la mentira. Tal vez por ello resulta muy difícil, por no decir imposible, dialogar con algunos de nuestros dirigentes políticos. En la práctica siempre ha resultado complicadísimo llegar a acuerdos con las dictaduras o con regímenes en teoría democráticos, pero de hecho totalitarios. Aplíquese esto a la España actual. Como ejemplos más recientes tenemos, entre otras, las leyes de eutanasia y educación. Ni pizca de diálogo.

Pero ahora queremos fijarnos en un ejemplo verdaderamente emblemático, toda una metáfora para describir el talante de una parte de nuestros políticos, con los que es absolutamente imposible dialogar y por eso nos atrevemos incluso a llamarlos talibanes. Si bien la condición de talibán en principio es exclusivamente masculina con el consiguiente maltrato a la mujer, en España tenemos también talibanas, como la alcaldesa comunista de un municipio de Córdoba que mandó derribar la cruz del patio de las monjas para arrojarla a un vertedero. Claro que no podría hacerlo si no estuviera respaldada por la una ley promovida por el más tonto de los presidentes que ha tenido España, leonés para nuestra desgracia. ¿Dónde queda el respeto a algo tan sagrado como las creencias de las personas? ¿Se atrevería a hacer lo propio con algún símbolo religioso del Islam?

Los talibanes afganos destruyeron en su día los Budas gigantes y centenarios de Bamiyán. Nuestros talibanes españoles, con coleta o sin ella, están tratando de destruir lo mejor de la más noble herencia de nuestros antepasados. Son mala gente. Pero el que calla consiente.
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