18/12/2022
 Actualizado a 18/12/2022
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Lo corrupto, lo nefasto, lo sangriento de este año ni puede ni debe olvidársenos, pero durante esta última columna del 22 vamos a volverle la cara y apuntaremos a lo que nos ha hecho sentir superiores. Para eso nada mejor que escribirla (o leerla) vestido con el modelito de nochevieja, el mío protagonizado por unos pantalones de pana fina azul noche, jersey negro de cuello vuelto y zapatos de ante que me regalaron en Nelson, garito disfrazado de zapatería sita en la Plaza de Las Cortes con un reservado que vete a saber lo que pasa allí arriba. Seguiríamos ambientándonos con un poco de música navideña o, si les dan lacha los villancicos, reproduciendo el Wrapped de Spotify que, según mi cuenta, abriría con la canción más escuchada de estos doce meses, la de Alizz ‘¡Qué pasa nen!’ porque ¡¡¡les elits culturals som nosoltres també!!!, con permiso de Annie Ernaux, la Nobel que me autoriza a seguir haciendo literatura del yo, y de Marta Sanz, que me dedicó un libro «con el cariño de los niños perdidos y las mujeres muertas». Tótem.

Los dos noticiones del año han tardado en llegar, quizá porque trascienden, no ya las fronteras políticas, sino la mismísima troposfera. Es más que probable que León acabe navegando más allá de lo que fue el infinito para los antiguos, gracias a Pablo Álvarez y Sara García, los astrojefes de este lado del Bernesga. Y gente con parecidas inquietudes a ellos (viva la inquietud, pulsión del año) ha conseguido (¡putos!) que la fusión nuclear de dos atomitos de hidrógeno se complete con excedente de energía (o superávit para los de economía política; o que son más las que salen que las que entran, para los del pollo de corral y la pularda). En lo frívolo, año de Mundial que, descalificada España, ojalá gane Argentina hoy mismo por justicia histórica para Messi, al que, por cierto, le pasa lo que a mí, que se concentra tanto en lo importante que pierde el ‘dodinio’, o sea, dominio, del ‘lenguace’, digo, del lenguaje y anda soltando delante de la mayor audiencia televisiva universal que el FULBOL une al mundo. Entrañable.

Y comamos y bebamos. Más todavía los que perdieron ocasiones de hacerlo, como fue mi caso con la boda de mi primo preferido, donde estaba de corazón pero no de cuerpo presente, porque justo ese día estaba dejando para siempre de mirarme el ombligo como si fuese el centro del universo, nada menos. ¡Mira que ha sido superior el 22! Felices Fiestas.
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