23/04/2021
 Actualizado a 23/04/2021
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No sé si se habrán enterado, porque quizás hayan pasado la última semana explorando Marte, pero el fútbol tal y como lo conocíamos ha estado a punto de cambiar. O no.

Resulta que los 15 clubes más poderosos de Europa se han juntado porque creen que jugando entre ellos cada semana podrán ser un poco más ricos y, dicen, que eso haga un poco menos pobres al resto. Estando completamente de acuerdo en que el fútbol es un negocio del que vive mucha gente con sueldos normales, a lo que no se le puede dar la espalda es a la mera definición del deporte y de la competición, es decir, a ganarse las cosas en el campo. Ese es uno de las pocos hilos que unen al Real Madrid con La Virgen del Camino o el Fabero. Eliminarlo es cargarse el fútbol.

Y es que a mí, de provincias, aficionado de un equipo de Segunda B el debate me queda más o menos igual de lejos que si hubiera estado en Marte, donde ya han llevado un cacharro para convertir el dióxido de carbono en oxígeno no vaya a ser que aquí abajo nos queden dos telediarios. Para mí el único fútbol que existe es el que implica un paseo previo hacia el estadio, el café de rigor y los lamentos o abrazos con el compañero de asiento. Uno de los miles de argumentos hipócritas que he leído estos días es que ver el fútbol por la tele cuesta 120 euros al mes, lo mismo que la camiseta del equipo de marras. Yo lo que veo es que con ese dinero uno se puede hacer socio del 90% de los equipos de este país.

Ahora que hemos abierto los ojos con el comercio local, el intentar echar una mano al vecino, quizás sea el momento de que los aficionados al fútbol se den cuenta de que un deporte un poco más suyo y menos de organizaciones corruptas con tintes mafiosos se llamen como se llamen, éste pasa por un estadio cerca de su casa que le recibirá con los brazos abiertos.
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