Súmale una botella de anís

18/10/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Me da miedo adentrarme por el mundo de los genéricos del grupo de los tambores de marco pues aún se debe acordar un tele club del día que antes de anochecer surgió una duda tan liviana como la diferencia entre pandero y pandereta y después del amanecer no sé si seguía la discusión o se hizo una evidencia que lo que ocurría es que aquella gente lo que no quería era marchar; es decir, nadie de la clientela había dicho en nombre del tasquero la famosa frase de «habrá que marchar porque esta gente querrá acostarse».

El debate –sereno casi siempre y acalorado cuando los vasos quedaban casi vacíos para poder decir aquello de «llena aquí que les aclaro cómo va el tema y marchamos a dormir»– viajó a asuntos tan diversos como el pandero, la pandereta, el bastidor, las sonajas, las chapas, los cascabeles , el almirez y hasta la eficaz botella de anís El Mono tocada con llave, cuando uno de los asistentes –la mitad de un dúo con nombre de puerto de montaña– estaba empeñado en arrancarle una melodía a una paja de las de remover los cubalibres. Ylo mejor fue que se la arrancó, para desesperación del tasquero que con mucho sigilo había escondido la botella de anís.

Pues si a esta tradición tan nuestra de ponerle música y palabra a la noche, por larga que sea, le sumas los trajes, la fiesta de guardar y las ganas... tienes montada otra romería de ciudad grande y calle mayor.
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