28/11/2022
 Actualizado a 28/11/2022
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El frío aprieta ya. Es el momento de parapetarse en la vida reflexiva, que tantos hombres ilustres ha dado a nuestra tierra. Y tantos locos. Ya muerto el gocho y colgados los chorizos en los varales de la hornera, mientras vamos sofriendo el lomo para meterlo en las tinajas de barro con aceite, y salando los jamones, hay que, o darse al cante, o a la reflexión, ya que la mayoría, excomulgados y conversos, no tenemos la opción de repasar el Catecismo o leer las vidas de los santos. Ni siquiera seríamos capaces si ahora estamos en tiempo de Pascua o de Adviento y eso que en la mayoría de los hogares todavía cuelgan las fotografías de algún hijo o hermano seminarista o misionero.

La culpa la tiene el amigo Miguel Ángel González Castañón, quien el otro día exponía su pensamiento de esta forma: «Al renunciar a la verdad y centrarse en la subjetividad y en la supremacía de los sentimientos, esa izquierda, (una gran parte de la izquierda actual) se convierte en la mejor aliada del neoliberalismo, que vive de crear sujetos deseantes, cuyos deseos produce y satisface». Y la pregunta que inmediatamente se hace uno es: ¿Formo yo, tal vez, parte de esa izquierda? Porque mira que es difícil encontrar a alguien que se reconozca abiertamente de derechas. Y más en nuestra tierra que todos somos herederos de las enseñanzas del tío Pío de Valdehalcón, que proclamaba: «Moza buena y guapa y a mí me la dan, trampalantrán».

O de ‘AnGLillo’, el de Cármenes, que fue alumno de la academia Ripollés en Barcelona, y nos adiestraba (a los alumnos de la escuela de filósofos de lo rural sin obra publicada, en sus siglas (AFRSOP) en el arte de andar para atrás y distinguir a las mujeres en sus dos grandes grupos: las de apoyadero y las de caldero (las primeras eran aquellas a las que se les mete hasta lo tiznao)

¿Quién no es hogaño de izquierdas? ¡Con la que está cayendo! Aunque a Sabina le ponen a caldo algunos por confesar que cada vez lo va siendo menos, la verdad. Es como la Primera Comunión. ¿Cuántos se atreven a reconocer que la hicieron? Y eso que aparecen en las fotografías, ellos con traje marinero, y con blondas y coronas de flores ellas que parecían princesas acercándose al altar.

¿Y qué tiene de mal convertirse en sujetos deseantes? Ese no es el mal. El mál reside en que todo ha sido una engañifa enorme del Gran Capital. Qué es quien piensa de verdad. Pero: vida buena y guapa, y a mí me la dan, trampalantrán.
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