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Suburbios de la felicidad

10/02/2020
 Actualizado a 10/02/2020
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León es tierra de grandes poetas sin que nadie conozca la razón. Este cronista también padece de esa enfermedad. Y en aquella juventud de entonces formó parte del grupo Claraboya, revista que editaba la imprenta del hospicio de San Cayetano, de la Diputación, donde Gabriel enseñaba el oficio a aquellos chavales que nunca llegamos a conocer. Hoy le apetece hacer de intermediario entre su tierra y el premio Cervantes 2019, el octogenario poeta catalán Joan Margarit con el que ha conversado en Sant Cugat del Vallés. Margarit tiene un poema glosando a esos niños hospicianos que vio en los cuadros de una exposición. Fechado en León en 1970, aparece en su libro ‘Casa de misericordia’ y dice así:

«Bajo el azul y helado cielo de Castilla / como si hubiese atravesado la esperanza / la lluvia de la noche, escucho sus voces / y los veo jugando en el patio. /El sol del invierno / haciéndoles caricias de madre. /Con ojos color de hospicio miran al mañana, /que es una balsa vacía, pero los pies /saltan contentos los charcos azules de la lluvia, /en los que se refleja el cielo /que esta mañana de invierno les promete la vida».

Los críticos glosarán sus méritos. El cronista tiene a Joan Margarit, como a nuestro gran Antonio Gamoneda, premio Cervantes también, por unos de los poetas vivos que con más dignidad artística y personal. Representan este modelo de poesía sencilla y honda, que va al fondo del alma como una carga de profundidad capaz de hundir al lector en la belleza que puede coexistir con la dura realidad. Pero, ya que se ha mencionado a este su libro, ‘Casa de misericordia’ podemos hurgar en él un poco y encontrar algunas perlas dignas de mención, lo que constituirá nuestro particular homenaje a Joan Margarit.

«Ser viejo es una forma de posguerra. Ser viejo es que la guerra se ha acabado. Saber dónde están los refugios, ahora inútiles». «Las canciones infantiles me dan ya tanto miedo como las iglesias». «La verdadera caridad da miedo».

Escuchar a Joan Margarit es asistir a una clase de filosofía impartida por alguien que ha tenido que pasar en esta vida, desde niño, por muchos tragos duros, pero que ha logrado succionar los jugos necesarios, no solo para sobrevivir, sino para convertirlo todo en belleza. «Pensando y hablando sobre la vida que habría querido vivir, se va la vida». Y hablando de la vejez nos asegura: «Es una de las cosas más gratificantes de la vejez: ya no hace falta planificar, poco a corto término, nada a largo término».
Poesía; suburbios de la felicidad.
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