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Soterrar o no soterrar, he aquí la cuestión

23/09/2022
 Actualizado a 23/09/2022
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Cuando Shakespeare escribió Hamlet y aquello de «ser o no ser, esa es la cuestión», no se imaginaba que esa frase iba a tener la retranca que luego ha tenido y su aplicación para todo. En este caso, y estando, como está, cogido por los pelos, la cosa no es de cuestión, sino de cruda realidad.

Y es que, cuando se plantean grandes expectativas, cuando luego no se cumplen, se generan grandes decepciones.

Porque, cuando nos creíamos ricos, cuando todo era crecimiento y exuberancia, cuando adelantábamos a Italia e íbamos a por Francia, cuando nadie nos tosía, se proyectó y aplaudimos con entusiasmo, con el fausto motivo de integración del ferrocarril, sin contar con el de FEVE además, una operación de la que muy poco ya queda. Y no solamente aquí, sino en toda España.

Junto a un millar de viviendas, hoteles de envergadura, Palacio de Congresos, un puente de prolongación de Lancia que era, además y por añadidura, una galería comercial al modo de Florencia con final en una nueva estación chupiguay que iba a ser encargada a una de las arquitectos más de moda en el mundo, y, la madre del cordero, un soterramiento que, entre subterráneo y trinchera, empezaba antes del Pabellón de los deportes, salvaba todo Trobajo, incluía el bucle de salida a Galicia y resolvía además el acceso a los Talleres de RENFE. Todo un mundo.

A nadie le amarga un dulce, pero es que nos pusieron la miel en la boca. ¡Qué digo la miel en la boca! Ambrosía y viandas del paraíso nos pusieron.

Pero dura es la realidad y de todo aquello, la mitad de la mitad.

El trazado de doble vía, se quedó en una única en la mayor parte del recorrido desde Valladolid. Bien es cierto que, hoy por hoy, dadas las velocidades que se desarrollan es suficiente,aunque otra cosa será cuando se complete la conexión con Asturias y aumenten las frecuencias. El soterramiento general quedó reducido al mínimo imprescindible para salvar la prolongación de Ordoño II y el paso a nivel de El Crucero. La estación provisional cumplió la previsión de todas las cosas provisionales, tal cual es convertirse en definitiva. Todo ello escaso y muy alejado de lo que se planeó. Aunque es cierto que siendo tristemente escaso, hemos de reconocer que, hoy por hoy, es suficiente.

Aquel plan de soterramiento preveía llevar las vías bajo tierra hasta pasar el Lidl de Trobajo, derribando el puente en la curva y desmantelando la pasarela que conecta la calle Párroco Pablo Diez a ambos lados de las vías y así dar continuidad a la calle.

Cuando ya la pasarela se desmontó porque estaba en mal estado para ser sustituida por una nueva, quedaba bastante claro que de soterramiento ná de ná, y cuando, para ese desmontado y vuelta a construir, se habilitó una peatonal paralela al puente y más alta, quedaba igualmente claro que, de ninguna manera, habría soterramiento y sí eliminación del puente, en principio para ser sustituido por otro más alto (tanto como la nueva peatonal), que cubriera las necesidades de la alta velocidad.

Ahora la solución que se propone, y me temo que no va a haber otra, es prolongar la calle Pablo Párroco Pablo Diez, tanto en calzada como en peatonal en rampa, a diferente nivel, y por debajo del trazado de las vías, eliminando la pasarela (que por cierto es nueva como se dijo) y eliminando el puente, una propuesta que no satisface al personal pero que, en realidad, es coherente con el proceso seguido para el resto de elementos sustitutorios del plan inicial: simple vía y no doble, soterramiento mínimo imprescindible y estación suficiente.

Con todo y eso, estando pragmáticamente de acuerdo con la solución, no puedo por menos que pensar que, seguimos siendo la cenicienta. Ya sé que no somos Barcelona, donde, porque yo lo valgo, se ha practicado un soterramiento por todo el centro de la ciudad, cosa completamente innecesaria, pasando por el lateral de la Sagrada Familia, en una zona con enormes complicaciones de cimentación, no solo por el templo sino por las conducciones y línea de metro. Un dineral innecesario pero que había que hacer porque al señor Montilla (entonces presidente de le Generalidad) se le puso en la entrepierna, porque para eso «les robamos».

También una última consideración. Nos quejamos, y es cierto, de que las «vías del tren» cortan la continuidad de la ciudad y son un obstáculo para su coherencia. Es verdad, pero, y aquí me sale la vena ferrocarrilera que más de una vez he apuntado: no olvidemos que el ferrocarril estaba donde hoy está y que ha sido la ciudad la que ha ido avanzando, acercándose y rodeándolo, y que si ahora molesta, y vaya si molesta, ni mucho menos es todo culpa suya.
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