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Sostiene Mirantes

26/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Sostiene Mirantes que es de ególatras o cobardes hablar de uno mismo en tercera persona y que lo que ya es el colmo es escribir de uno mismo en esa misma tercera en persona –esto sería de emperadores o enfermos o emperadores enfermos– y encima firmar el artículo.

Pero el tal Mirantes es un desvergonzado –que es muy distinto de sinvergüenza– y, además, escribir de uno mismo en tercera persona tampoco es nada nuevo, que en este oficio estamos acostumbrados a ver muchas cosas, como personajes que rizando el rizo se entrevistan a sí mismos o entrevistas de personajes que nunca ha dicho ni una palabra ni al periodista que la firma ni a ningún otro compañero suyo, sostiene. Eso en las entrevistas, que de crónicas, columnas y reportajes, prefiere no hablar, sostiene, porque se le acabaría el espacio.

A Mirantes le gustaría aclarar que no se sirvió –con la máxima admiración y respeto– de las líneas de Antonio Tabucchi para suplir su falta de inspiración esa mañana. Le gustaría aclarar que la columna en la que sostiene todas estas cosas es un sincero y sentido homenaje a los letraheridos que se lamen las heridas con la lengua de la Literatura que comparten en bares, librerías, plazas o corrales.

Le gustaría aclarar que conoce la resurrección de la carne, a don Antonio, los yoes hegemónicos, al doctor Cardoso, a Monteiro Rossi y Marta y a la muerte. Pero sin saber por qué, Mirantes tampoco dice nada de eso, sino que constantemente se pregunta «¿Y qué puedo hacer?» –así es querida Ingeborg Delgado.

Pero tarde o temprano alguien recoge el mensaje en la botella, como los cuentos decimonónicos franceses del Lisboa, y llegan las revoluciones que, como ocurre a los personajes de novela, suelen ser más potentes cuando ocurren dentro de uno mismo, sostiene, porque no todas las personas son infames, ni todo esto es un infamia.
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