Sorteando las nieves

El peregrino pensó en un trazado a Santiago sin las penurias del invierno berciano y así hizo posible un camino atrayente que hoy se recupera con Las Médulas como embajadoras. Y desde ese camino otro circular en Ponferrada y otros más, para no dejar nunca de andar...

Mar Iglesias
09/08/2018
 Actualizado a 16/09/2019
En el recorrido se encuentran varios puentes romanos como el de Toral de Merayo en la imagen. | M.I.
En el recorrido se encuentran varios puentes romanos como el de Toral de Merayo en la imagen. | M.I.
Es curioso ver cómo se despliegan los caminos jacobeos por el Bierzo. Si ponemos la historia y un mapa al lado, casi no hay ningún pueblo sin un trazado con flechas amarillas. El Francés es el que se lleva la palma, pero poco a poco la curiosidad y el tiempo, que siempre pone las cosas en su sitio, han ido colocando las piezas para poner en valor otras vertientes. La que ha ido creciendo los últimos años es el llamado Camino de Invierno. Se llama así porque los peregrinos lo buscaban para sortear las nieves de O Cebreiro en esa etapa dura en la que adentrarse en Galicia desde ese ramal tenía sus penurias.

Nos ponemos a caminar en el albergue de San Nicolás de Flüe en Ponferrada y enseguida vemos una indicación que nos lleva hacia el Puente Boeza, si escogemos la vía de invierno, o nos envía por delante del castillo, si mantenemos la ruta más seguida.

Por delante, una primera etapa hasta Las Médulas de 27,2 kilómetros y un trazado de naturaleza viva a lomos del monte Pajariel primero para pasar después a las pedanías ponferradinas y a Priaranza. Pero ya que el camino nos permite diseñarlo en libertad, hay una ruta a hacer en bicicleta desde Ponferrada circular deliciosa y que pone la tilde a un trazado que permite estos lujos.

Con desniveles de unos 700 metros y 26 kilómetros, pasamos desde Toral, siguiendo ese Camino de Invierno, a Rimor, una de las capitales de la cereza y de ahí a Orbanajo y Ozuela pedanías hermanas pintadas con mimo en lo alto del municipio. Desde allí, volvemos a Toral y a Ponferrada. Ese es un paréntesis a tener en cuenta para el peregrino de casa, que puede juguetear con el paisaje para disfrutarlo de distintas formas y siempre abierto a sorprenderse. Es lo que tiene el monte berciano.

Solo el Pajariel ya nos permite más de una veintena de rutas para todos los gustos y posibilidades deportivas. Y de él nos vamos a Priaranza, que este año ha estrenado albergue en Villavieja.Habremos pasado ya por el puente de Toral de Merayo, por Villalibre de la Jurisdición y mirado desde Santalla a sus Barrancas, las gemelas de Las Médulas. Después de ese recoleto pueblo, que destaca por una rica arquitectura popular, llegamos a la Ermita del Carmen para decidir entre dos opciones, una con el Castillo de Cornatel en el trazado, pero con un ascenso más duro y otra, más leve en cuento a subida, que llega a Borrenes.

La fortificación del Conde de Lemos merece el esfuerzo y también Villavieja, a sus pies, tan coqueta y tan poco recordada hasta ahora que le toca vivir en su camino. Y seguimos avanzando a uno de los ejes más atractivos de la ruta, Las Médulas, en las que ver un color dorado imaginario que está en su propia cuna. Los romanos crearon los picachos rojizos a base de cargarse la montaña y extraer de ella oro, sin saber que sus escombros iban a ser Patrimonio de la Humanidad después. Ahí acaba la primera etapa, que se completa con una segunda, algo más larga, que nos lleva ya a entrar en Galicia.

Hasta O Barco de Valdeorras, ya en la provincia de Ourense, la primera de las cuatro que recorre esta ruta, tendremos que avanzar 26,4 kilómetros por el camino llamado Real. Un trazado impresionante con el encanto del Alto de las Pedrizas embebido entre castaños. Se agradece la bajada a Puente, aunque el lamento por el fin del trayecto llega a la par que la mirada a los canales romanos hace comprometerse con una nueva ruta para seguir tocando huellas de pasado.
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