26/04/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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Lo dijo Fermín Herrero, último Premio de las Letras de Castilla y León y magnífico poeta al margen de ello: «Soria puede desaparecer». Lo dijo ante los políticos que le entregaban el premio (a él y a varias personas más, en las distintas modalidades que contempla el ‘Nobel’ castellano-leonés, o como se diga), que le miraron con cara de póker, como acostumbran a hacer cuando alguien les agua la fiesta. Y eso que Fermín Herrero es educado y amable, en modo alguno sospechoso, como nos sucede a otros, de disfrutar haciendo de Pepitos Grillos.

Como conozco Ausejo de la Sierra, el pueblo de Fermín, en el que lo visité una vez de camino a las Tierras Altas de Soria, la comarca más despoblada de Europa según las cifras, y como conozco y amo su provincia más que muchos habitantes de ella (y, por supuesto, más que esos gobernantes autonómicos a los que se les llena la boca con Castilla y León, pero que desconocen su territorio fuera de Valladolid), sé que Fermín Herrero no exageraba cuando lanzó su mensaje de auxilio, en acto tan rimbombante, no para él, sino para sus vecinos. El abandono de Soria es tan secular como irreversible a menos que se tomen medidas urgentes y por el momento nadie parece que lo vaya a hacer.

Pero en Castilla y León Soria no es la excepción. Como tampoco lo es en España, donde provincias como Teruel o Zamora han tenido que hacer manifestaciones para decirle al gobierno español que también existen, o en la propia provincia de León, donde comarcas enteras se están quedando vacías, abandonadas a su destino por unos políticos que sólo piensan en sus intereses. Y sus intereses, claro, están en la capital, que es donde tienen sus despachos públicos.

Leyendo la declaración de Fermín Herrero me acordé de un poema suyo en el que su madre, después de trabajar toda la mañana como una burra en la casa y en el huerto familiar, cuando por fin se sienta a comer (mirando el Telediario, como hacemos muchos), exclama con admiración: «¡Qué bien hablan los políticos!».
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