20/09/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Escribo estas líneas desde uno de mis lugares preferidos en el paraíso redipollejo. Se trata del robledal de los Torcedos, donde parece que el tiempo se detiene mientras la corra de chorizo merma y las moscas tratan de coartar mi inspiración posándose una y otra vez sobre mis manos. Quería analizar la situación de este nuestro país en una semana en la que seguimos dando vueltas a si los másteres de algunos políticos están comprados en los chinos o a si la tesis doctoral firmada por el inefable inquilino monclovita es ‘cum laude’ o ‘cum fraude’, pero lo cierto es que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo y se me antoja complicado escribir del paupérrimo nivel intelectual y moral de nuestra sociedad mientras estoy en un lugar del que jamás querría marcharme por la tranquilidad y la pureza del aire que se respira. Sin embargo, el maestro Delibes ya escribió en su día que el confort había llegado a los pueblos cuando apenas queda nadie para vivir en ellos y por eso hacer ahora el camino de vuelta se me antoja mucho más complicado aún. Aspirar a tener al mismo tiempo lo bueno del pueblo y lo bueno de la ciudad sería también querer soplar y sorber al mismo tiempo y es probable que me ocurriese lo mismo que al inefable inquilino monclovita, es decir, que me estrellase con la cruda realidad. Porque resulta muy sencillo soplar y negarse a vender armas a Arabia Saudí, pero el problema es intentar sorber cuando al mismo tiempo se están poniendo en peligro miles de empleos a raíz de esa decisión. Lo mismo ocurre cuando pretende soplar al prometerle a su socio podemita que el dinero público va a manar de nuevo de una fuente y poco después intenta sorber ante los responsables europeos al decirles que va a cumplir el objetivo de déficit. Y como yo no quiero soplar y sorber al mismo tiempo, ya le dejo tranquilo, porque estando donde estoy prefiero el chorizo a la política.
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