21/09/2019
 Actualizado a 21/09/2019
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Cuántas veces el humor nos salva de la vida. Cuántas veces reímos por no llorar. Cuatro procesos electorales en cuatro años. Seis meses de inactividad legislativa. El bloqueo institucional abre ya camino a una desaceleración vertiginosa que de no atajarse pronto con medidas inteligentes nos sumirá en una crisis brutal. Luego nos dirán que no es culpa suya, que es un momento difícil a nivel mundial. Mentira. Muchos países están creciendo y no sufrirán como nosotros. No hay más que asomar la cabeza más allá de la frontera para comprobar que el horizonte no es como nos lo pintan.

Pues sí, otra vez baile. No querías romería, pues prepárate para fiestón. Otra vez carteles, debates, propaganda. Desde el 28-A han pasado 146 días en los que sus señorías no han aprobado ni una sola ley. Discuten, le echan la culpa al vecino del bloqueo, se lanzan los trastos a la cabeza y marean la perdiz. Legislatura corta pero cara, exactamente 23,8 millones de euros han cobrado estos inútiles por seguir viviendo con los presupuestos de Montoro.

¿Es o no es para estar indignados? Pero esperen, alguien da más: 140 millones es lo que se van a gastar los partidos en los nuevos comicios. ¿Y solucionarán unas nuevas elecciones el problema actual? No. Seguramente habrá una abstención histórica porque los ciudadanos estamos hartos. Y la haya o no, el voto está fragmentado y lo saben. España ya no es sólo azul o roja. El problema es que PP y PSOE quieren que vuelva a serlo, por eso desde el principio no movieron ficha. Parecía que sí, pero no. Simplemente era pan comido, sopa de ganso, cuestión de tiempo que el Rey disolviese las Cámaras por segunda vez. Nunca hubo intención real de llegar a un acuerdo por parte de Sánchez, que funciona activado por las luces que le presta su gurú particular; en realidad es Iván Redondo quien gobierna. Pues cuidado, presidente, la avaricia rompe el saco, la arrogancia también.
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