Somos ‘su manada’

Manu Salamanca
18/08/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Hoy, pretendo con mi artículo, magnificar su presencia resaltando su influencia en nuestra vida cotidiana. En mi opinión, son personas muy afables aquellas que también son capaces de ganarse el cielo queriendo a un noble animal, como por supuesto de enseñarlo y domesticarlo, sin duda construirá a si mismo la mejor y la más efectiva relación de respeto y cariño que seamos capaces de considerar como una sabia lección social que haga gala de continuo de la simplicidad de favorecernos entre aleatorias muestras de permisividad y tolerancia, que debiéramos incluso establecer más a menudo y entre nosotros (los humanos).

Imaginemos el poder de su mirada que trasciende mucho más allá del sentido de la vista, por asombrosa que parezca esa estructura tan delicada y a la vez tan primitiva y variopinta, en donde podemos localizar nuestras recónditas emociones, adheridas habitualmente a la siempre infatigable memoria, velarán sistemáticamente por una determinada e inmediata acción de sentir sensibilizándonos, podremos admirar su modo más enriquecedor contemplándolos, sabed que «Quien mira, siente» y esto es algo que también experimentan los animales (nuestras mascotas).

Son los ojos esa ventana más íntima del alma, por la que interpretamos la sensación de saber que estos seres tan cariñosos y afectivos también la tienen, hablan con ese lenguaje peculiar que no necesita traducción, ni de las palabras, es el idioma del todo por el todo, que sobre manera ennoblece y enriquece, es un respeto que interpretamos necesario, tan sincero y leal como noble y duradero se pronuncie.

Todos sin duda hemos experimentado alguna vez la adopción de un perrito o gato, como de cualquier otro animal, ya que de un modo tan resurgente y casi de repente establecemos una conexión tan inmediata e intensa, que nos une en inmensa alegría y que tan solo darnos cuenta de lo que son capaces de expresar con su cortesía latente, nos conmueve y realza en toda su armonía como igualmente de todos sus deseos cercanos y prioritarias necesidades, ellos tratarán de cautivarnos siempre, atrapándonos en nuestro enternecido corazón, nos invadirán en mil diferentes sensaciones, nos acogerán en su demarcación ilimitada, como que se encontrarán a partir de ese momento volcados a su más imperante disposición y dentro de la más magnífica y mediática corresponsabilidad que interconectamos con soltura y verdadera necesidad, como al igual de todo tipo de arrumacos y gestos propicios que muestran una sensible amistad y clara espontaneidad, esos divertidos movimientos de «cola» tan feliz y dicharachera y, que a la vez es mucha la complicidad que nos deleita genuinamente, complaciéndonos en todo momento con un sencillo ofrecimiento en cariñosa y enternecedora proximidad y contemplación.

Creo más bien que este mensaje se establece como resultado de una clara evolución genética y en donde determinadas especies han llegado a acostumbrarse para convivir y evolucionar junto con nosotros y para sobre todo beneficiarnos todos mutuamente de su extraordinaria compañía como es del todo natural y lógico.

Ellas (las mascotas) son sabias maestras de un comportamiento ejemplarizante, de unos sentimientos únicos, identificando ciertos patrones básicos que se asocian a una emoción muy especifica y valorada, y es que nunca falla, la mayoría de las personas vinculan esa certera y muy fuerte unión con muy cariñoso talante y predisposición, sembrada de paz y excepcional concordia.

En todo momento hemos armonizado comportamientos y lenguajes hasta comprenderlos, no podrán nunca sorprendernos, son capaces de leer nuestras propias emociones con tan solo detectarnos, les criamos, les atendemos y siempre con un lazo tan fuerte como si de un miembro más de la familia se tratara, nuestra química cerebral reacciona de la misma manera, pertenecemos a su verdadero y significativo grupo social, definitivamente somos ‘su manada’ esos humanos complacientes que muy sensibilizados compartimos nuestros mejores momentos de sofá y de juegos, como por supuesto de las ‘siete vidas’ que tienen nuestros amigos los gatos.
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