Somos de odiar

14/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Julio es un mes que me encanta. Entre otras cosas porque es mi cumpleaños y porque suelo cogerme las vacaciones. El otro día me dieron uno de los regalos de cumpleaños que más ilusión me ha hecho: una entrada para el concierto de James Rhodes en el Jardín Botánico de Madrid. Estaban agotadísimas desde casi el primer día que salieron a la venta, por lo que la sorpresa fue aún mayor. Para los que no sepáis quién es, Rhodes es un pianista británico que saltó a la fama al escribir su autobiografía en la que contaba un grave caso de abusos sexuales cuando era pequeño y de cómo la música, literalmente, le salvó la vida. Casualidades de la vida, desde 2017 vive en Madrid y de hecho se le puede ver por el centro, quedando con desconocidos, yéndose a merendar a casa de abuelas que le cuentan que de jóvenes tocaban el piano, dando clases gratis a niños que le emocionan cuando les escucha tocar… En definitiva, el tipo es un poco excéntrico pero muy cachondo. Todo esto lo contó en una extensa carta que escribió sobre su amor hacia España, nuestras costumbres, nuestra gastronomía, nuestro lenguaje, nuestro carácter, nuestro sistema sanitario… Cuatro folios de puras lindezas y comparaciones con su país de origen, Londres, al que deja en bastante peor lugar. ¿Y cómo le respondemos los españoles? Odiándole, odiándole mucho. Porque, como de costumbre, tenemos ese sentimiento de inferioridad y la creencia de que ‘amar a tu país’ o que tu país te parezca la releche es malo. Es fascista, extremo… y toda esa sarta de gilipolleces del pasado que ya tendríamos que haber aprendido a superar. Al tipo le encantan las croquetas, la palabra tiquismiquis, el ritmo aparentemente tranquilo de los españoles frente a los londineses, que hayamos inventado la siesta, los colores y los olores de los supermercados… simplemente estaba elogiando el lugar en el que ha decidido vivir, que le llena de sensaciones positivas y le hace feliz. Pero en cambio los españoles, en lugar de tener esa misma visión de nosotros mismos, preferimos el auto-odio. ¡A ver si aprendemos un poquito!
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