Sombras y piedras

31/01/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Lleva esta ciudad, que es nuestra pero no es la mía, un tiempo sumida en batallas de piedras y sombras sobre ellas, de intereses oscuros sobre los viejos empedrados (que no es el de la foto), o no.

Vaya por delante que no tengo ni idea del asunto, que cuando dicen mortero ya me quedo mirando como las vacas al tren. Vaya por delante que hace años que no piso la Plaza del Grano y bien que lo lamento pero el día sólo dura hasta que se acaba. Vaya por delante, en definitiva, que «de este asunto del que usted me habla» (me marcó la visita del presidente), sé tanto como el citado Mariano de la Cuna del Parlamentarismo.

Pero sí tengo llegado a muchos pueblos en los que la calle nueva está destrozada porque primero aprobaron la tercera fase de su pavimentación y después la segunda del alcantarillado que dejó hecha un cristo la fase anterior; pero sí me ha pasado que estuve seis meses sin usar la salida habitual hacia la civilización porque ‘la empresa’ (que es una cosa así abstracta, como el mercado) había puesto un candado, lo juro, porque se echó a nevar y le quedó la carretera a medio hacer (hombre, es que nevar en noviembre en la montaña debería estar prohibido); si atravieso con frecuencia una rotonda que no tiene salida; sí nos lleva el GPS (poco hace) a una carretera que desemboca en el infierno...

En fin, sombras, piedras, olvidos, sospechas...
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