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Solsticio de invierno

27/12/2021
 Actualizado a 27/12/2021
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Desde aquí no podemos observar hoy, día 22 de diciembre, cómo el sol se filtra por entre las piedras de Stonehenge, inaugurando el solsticio de invierno, el día más corto y la noche más larga del año en el hemisferio boreal. Desde aquí, desde esta mañana en la que todas las emisoras transmiten los premios de la Lotería Nacional, mientras continuamos sumidos en una pandemia medieval, retrocedemos hasta un ayer de cánticos y belenes y jolgorio para celebrar el nacimiento del Redentor, del Niño por antonomasia, del Rey, del Dios de Dioses, del personaje humano más influyente en nuestra civilización en los últimos 2000 años.

Sea usted creyente o no, querido lector, el sol seguirá llegando cada año a esa comisura de piedra y se celebrará el nacimiento de alguien que ha impregnado nuestra cultura y nuestras vidas. Negarse a conocer a fondo el Cristianismo y su influencia en Occidente, es exponerse a no interpretar correctamente nuestro arte y nuestra historia, heridos por la ignorancia; y nos dolamos de esa herida , como escribe Rafael Chirbes: «Siempre estoy curándome de algo que me ha herido» (Diarios, póstumos, publicados por Anagrama)

El icónico circulo de piedra prehistórico, situado en la llanura de Salisbury (Wiltshire, Inglaterra) parece confirmar que el ser humano prehistórico le daba su importancia a la llegada del Sol en ese mágico momento en el que, cada año, coincidía la desigualdad total entre la noche y el día, de donde se puede deducir que ya por entonces no se conformaba con llenar el buche y fornicar, sino que necesitaba confiar en algo que, aunque intangible, le suministrara motivos para soñar, para imaginarse algo más allá de lo que hay aquí. De ahí a necesitar no un Sol Bienhechor y Salvífico sino un Dios Omnipotente y Redentor no había más que un paso. Un Dios justo y poderoso al que recurrir en los momentos de orfandad. En definitiva, una ilusión de que había un camino humano hacia la divinidad y una puerta al más allá.

Sea usted creyente o no (el cronista no lo es) y viva confiado en quienes le gobiernan en la actualidad o no (el cronista no) tal vez le convenga no dejarse arrastrar por la mediocridad y el fastidio de la realidad y de la actualidad y celebrar estos acontecimientos como lo que son, el uno una aparición del Sol con puntualidad, y el otro el nacimiento del Niño Jesús en Nazaret. Y, porque nuestra infancia es nuestra patria, regresemos a ella una vez más. Creamos en ese cielo que nos tienen prometido aunque no exista y hasta en la eternidad, incluso.
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