"Sólo cerrabas los ojos y tirabas para adelante. Lo más duro era ver la angustia de los familiares"

Vicente Marcos, responsable de equipo de seguridad del Hospital cree que: "la paz, la conciencia y escuchar a todas las partes relaja la tensión. La experiencia se nota mucho"

Jesús Coca Aguilera
31/05/2020
 Actualizado a 31/05/2020
Vicente Marcos, responsable de Seguridad del Hospital de León. | SAÚL ARÉN
Vicente Marcos, responsable de Seguridad del Hospital de León. | SAÚL ARÉN
La afirmación de no haber vivido nada igual cobra aún más potencia cuando llevas toda una vida en el Hospital de León. Es el caso de Vicente Marcos Cordero, responsable de equipo de seguridad del Complejo Asistencial Universitario de León, donde lleva desde el año 1985.

Él forma parte de un personal, el de seguridad, que jugó también un papel fundamental en la crisis originada por la epidemia del coronavirus, en la que los nervios estaban a flor de piel y era necesario asegurarse de que cada traslado se podría dar sin contratiempos. 16 personas, tres por turno y de lunes a viernes uno más en la sala de control forman parte de ese particular equipo que se vio reforzado durante esas semanas y encajó como una pieza más del puzzle en los peores momentos.

«Creo que se formó un vínculoentre los trabajadores del Hospital que vivimos todo en primera línea de fuego. Como en una trinchera en la que se genera más unión y afectividad entre los que la conforman, se nota esa naturalidad y ese haber estado codo con codo currando a pecho descubierto», señala un Vicente que destaca cómo «nosotros no somos personal sanitario pero estamos al pie del cañón, intentamos colaborar en lo máximo que se podía para que las cosas fueran lo mejor y menos dramáticas posibles».

«Actuabas para asegurar los traslados o si un paciente se desorientaba, ponía agresivo o quería irse siendo positivo» ¿Entre sus labores? Estaba el asegurarse «durante los diferentes traslados, de planta o de urgencias a la UCI o por los diferentes recorridos, de evitar el contacto con otros usuarios o con el propio personal. Cortábamos pasillos hasta que pasaba el enfermo y limpieza hacía la desinfección de la zona».

Una tarea complicada ante la que fueron fundamentales los protocolos para establecer los diferentes circuitos, para los que desde seguridad «aportamos pequeñas cosas dentro de nuestra visión del Hospital, que lo tenemos bien pateado y podías sugerir o abrir la posibilidad de ir por una zona u otra, pero todo es mucho más fácil cuando como sucedió la dirección sabe lo que quiere y lo transmite».

Aunque, por supuesto, también se requería su labor dentro de la propia actuación de seguridad. «Eso sucedía cuando un enfermo se ponía algo agresivo, con alguno que intentó marcharse siendo positivo, en el caso sobre todo de la gente mayor si se desorientaba con la medicación... Se trabajaba con el personal de Planta o de Urgencias para hacer todo lo más humano y limpio posible. En general la colaboración fue brutal por parte de todos».

Eso con los pacientes, si bien también las familias «al no poder acceder ni estar acompañando a los pacientes, algunas estaban nerviosas, pero en general eran muy conscientes de la situación. Intentabas informarles, decirles que el personal les diría todas las actuaciones que se realizaran y quedaba muy poca gente alrededor de Urgencias porque se iban a casa a esperar noticias».

«Salvo 4 mangantes, el resto se altera por su situación o la familiar. Hay que entenderlo y ponerse a la altura» «La experiencia en el Hospital se nota mucho. Nosotros tratamos a las personas como enfermos, hay conflictos jorobados, pero la paz , la conciencia y escuchar a todas las partes va relajando la tensión. Eso lo consiguen los años, tengo clarísimo que quitando cuatro mangantes que van a lo que van, el resto se altera por su situación personal o por la de otros familiares y hay que entenderlo y ponerse a la altura», señala Vicente, al que se le quedó grabada una anécdota de esos días: «Un día, según entré al turno y fui a Urgencias a ver cómo estaba la situación, una persona mayor al ir a hacer un traslado se puso a golpear y dar patadas. Me pilló sin protección ni nada, me fui a agarrarle e intentar tranquilizarle y lo tremendo fue la reacción del paciente, al tranquilizarse, pidiendo perdón uno por uno a todo el personal, diciendo que se estresó y sólo quería tener algo de paz. Se te caen las lágrimas y te emocionas, debes darte cuenta al actuar de que estás haciéndolo ante situaciones muy complejas».

En cualquier caso, echando la vista atrás, Vicente cree que «lo más duro era ver la angustia de los familiares, es una cosa indescriptible, o las caras de asustados de los enfermos con unas expresiones que tela»; apuntando sobre el miedo propio al estar en permanente contacto con el virus que «más de si lo íbamos a pasar nosotros, que somos conscientes del riesgo de trabajar en el Hospital y estas en contacto con otras enfermedades infecciosas, la gente estaba pendiente y temerosa de si lo podíamos llevar para casa, pero por suerte lo libramos todos».

«Se formó un vínculo entre los que vivimos todo en primera línea de fuego. Cada uno aportó todo lo que tenía» «Lo único similar que he vivido fue cuando la crisis de la colza, en los 80, que a mí me tocó en el Princesa Sofía  y no había tanto protocolo como ahora», recuerda un Vicente que quiere agradecer cómo «nos hemos sentido arropados y nos han proporcionado todo tipo de material posible para cualquiera de las intervenciones» y reconoce que «dentro de una situación penosa, triste y grave como era esta, sólo cierras los ojos y tiras para adelante. Cada uno aportó lo que tenía y buenamente pudo».

Son las memorias y recuerdos de un sector que se dejó la piel para garantizar que todos pudieran estar lo más seguros que fuera posible.
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