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Solidaridad en días de guerra

23/03/2020
 Actualizado a 23/03/2020
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Estos días y estas semanas estamos en guerra, porque el asunto del coronavirus es una batalla que libramos contra un enemigo invisible, llamado Covid-19 y al que no ponemos cara pero que ha demostrado ser letal, pero la situación se parece a una cruzada. Pero una guerra que también nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos y demostrar que más allá de un anuncio publicitario este virus lo paramos entre todos, unidos.

Hoy no voy a perder el tiempo ni a ocupar papel criticando a los que tuvieron ocasiones y dinero para comprar equipos y materiales sanitarios pero prefirieron dedicar esfuerzos y recursos a otras cosas. No lo voy a hacer porque salvo una catástrofe como ésta, que puede desbordar cualquier previsión, creo que nuestro sistema sanitario público no está tan mal como algunos lo pintan y, sobre todo, porque tampoco es momento para reproches ni para hacer política.

Tampoco voy a reprobar a los que tuvieron poder y razones suficientes para tomar medidas cuando el bicho sólo bullía por Oriente pero no lo hicieron ni voy a pararme a acusar a los que aprovechan esta situación para subir el precio de una docena de huevos, de un kilo de garbanzos o de la fruta. Ni tampoco para hablarle de los que pasean perros imaginarios o se inventan las mil y una excusas que permite la picaresca española para saltarse el confinamiento.

Hoy prefiero hablarle de quienes sólo quieren que España salga adelante de este bache, como Amancio, que aunque jamás haya comprado una prenda en Zara merece toda mi admiración por cómo arrima el hombro. O los cientos de empresas que, a medida de sus posibilidades, aportan todo lo que está en sus manos para conseguir reunir material que ayude a los sanitarios a desarrollar una labor que está siendo encomiable.

O a quienes tienen impresoras 3D para fabricar caretas y respiradores artificiales, incluso a todas las mujeres que, con mucha o poca destreza como modistas pero altísimas dosis de solidaridad, están cosiendo mascarillas y batas para que a quienes más están expuestos al virus no les falte de nada. Creo que toda esa gente merece más elogios que los que sólo saben hablar tras un micrófono.
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