11/06/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Solecismo es casi sinónimo de anacoluto y la RAE lo define como un error de sintaxis o error cometido contra las normas de algún idioma. Siempre me resultó más fácil la segunda palabra que la primera, probablemente porque sabía su origen etimológico mientras que durante mucho tiempo desconocí el origen de solecismo. La palabra remite a un término griego creado, al parecer, sobre el nombre de una antigua ciudad de Cilicia llamada Soli (hoy Meztili, Turquía) que en la antigüedad terminó siendo conocida como Pompeyópolis en honor de Pompeyo el Grande quien en el 68 a. C. la usó como base naval en una famosa campaña contra los piratas del Mediterráneo que traían a mal traer a los romanos (llegaron a apresar a Julio César): los derrotó y, cosas de la historia, los asentó precisamente en Soli. El vocablo solecismo parece que se construyó para aludir al deplorable modo en que los habitantes de la ciudad (originariamente una colonia de los rodios) hablaban el griego, notablemente degradado y contaminado por las lenguas del entorno. Sin embargo, ese problema no caracterizaba a quien fue el personaje más célebre de Soli: el poeta Arato (310-240 a. C.), autor de una obra, titulada Fenómenos, que se considera haber sido la más leída de la literatura griega después de la Ilíada y La Odisea. A ello contribuyó, sin duda, el contenido de ese poema didáctico escrito en hexámetros, la astronomía, y el hecho de haber sido usada persistentemente en la escuela a lo largo del tiempo. Arato compuso su libro en Pella, la corte macedonia de Antígono II, a instancias del cual nació una obra que recoge, entre otras cosas, la descripción de las constelaciones y otros fenómenos celestiales. Y que se considera que seguía muy de cerca la obra perdida del matemático y astrónomo Eudoxo de Cnido. Arato no era ni una cosa ni la otra: se cree que fue médico (amén de gramático y filósofo) y que murió en Pella. Allí se le ha tratado de identificar como el hombre que, en una pintura mural de la llamada Tumba de los Filósofos, apunta a un globo. Sin embargo, la tradición dice que sus restos fueron llevados a Soli y que allí se le construyó una tumba monumental que se encuentra aún hoy intacta bajo un campo de naranjos. Tal vez la llegara a conocer nuestra Egeria, la viajera, que se llegó a Pompeyópolis allá por el siglo IV y era, desde luego, experta en solecismos.
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