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Sola, fané y descangallada

13/01/2021
 Actualizado a 13/01/2021
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En cierta ocasión, escuché a un paisano el dicho, «para quién es mi padre, buena es mi madre». Se refiere a una forma de resignación ante una situación inevitable. Algo parecido a lo que nos ocurre en el ámbito político. Así, aunque se mencione a los progenitores, no tiene nada que ver con ellos –aunque desde algunas instancias del gobierno se muestren obsesionados por este asunto–. Pero a lo que vamos. Un ejemplo de esta sentencia sería: «Según somos, así es el gobierno que nos toca». Aunque es difícil intentar entrever su calidad.

Viendo los destrozos de los separatistas catalanes, que ahuyentan al turismo, la banca, importantes empresas y arruinando algunas que, a duras penas, se mantienen en activo, sabemos qué gobierno se merecen. Comportamientos delictivos, desafiantes y consentidos que dan idea de la calidad intelectual y humana de los Pujol, Mass, Jordi Sevilla, el Prófugo.. y el resto de los que han gobernado. Con demasiada frecuencia, éstos son los propios instigadores, manejando las masas a su antojo, como la mano de Torra, que mece la cuna.

A día de hoy, el gobierno de Sánchez es el paradigma del todo sirve, si afianza su posición. En cuanto a los otros ministros, «dime con quién andas y te diré quién eres». Por un lado, son demasiados y, en consecuencia hay bastantes, prescindibles, por su escasa valía e interés. Otros, demasiado activos –temibles– que podrían limitarse a llevar la nómina a casa y no aparecer por los Consejos de Ministros: Celaá, Calvo, Grande, Iglesias y Señora, o el maletero de Delcy –Ábalos–. En cuanto a Illa, no es tan inocente como quería hacernos creer. Pero nos brinda la alegría de volver a su origen, a farfullar con quien lo entienda.

La contradicción suprema es el impropiamente llamado, ‘Ministerio de Igualdad’. Una cartera inventada, que no existe en ningún país europeo, y hace pensar que fue creada para clavar a la Señora de Iglesias en el gobierno. Desde su puesto, se trata más de la sexualidad en sus diversas facetas, que de igualdad entre las mujeres y múltiples organizaciones, plataformas o lo que sean, financiadas generosamente por la Ministra.

Por lo demás, ha enrarecido y sembrado de recelos, la convivencia entre las mujeres y los hombres –reducidos éstos a la categoría de ‘violencia machista’–. Pero una cosa es la violencia, en abstracto, y otra los violentos concretos, de los que hay que proteger a la sociedad y, en particular, a las mujeres que la sufren. Un drama real, demasiado frecuente, doloroso e inadmisible desde todo punto. Pena para los delincuentes, pero no presuponer que todo hombre sea culpable. Eso sería un error y una injusticia. No pueden pagar los justos –que los hay– por pecadores. Por otra parte, también es mucho suponer que todas las mujeres se ajusten al modelo de Montero y participen en los clanes, que financia, a gogó, para afianzar su imagen.

Fruto de su intelecto, es lo del «derecho de ir sola y borracha a casa». También podría añadir los términos «fané» y «descangallada», como el tango de Gardel, para hacerlo más patético y arrabalero. Pero hay otras maneras. La de una mano amiga o un brazo de quien te quiere sobre el hombro. Hoy por ti, mañana por mi.

Y para finalizar el sistema de Irene Montero, malmetiendo y asustando a las mujeres, mientras ella va en coche oficial y tiene la mansión custodiada por la Guardia Civil. Que no está para eso.
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