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Sofocos de febrero

01/03/2019
 Actualizado a 07/09/2019
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Están contentos aquellos a quienes les falta un verano. Aprovechan este improvisado descontrol de las temperaturas en pleno mes de febrero para hacerse con cuatro rayos que les habilitan para reducir la lista de campañas estivales pendientes de goce, disfrute y maduración. Así visto, no viene mal este capricho meteorológico en unos días en los que en vez de caer unas heladas de espanto, el sol hace justicia con quienes la necesitan. Pero más nos vale que vuelva el tiempo a la normalidad si no queremos ver prendidos antes de tiempo los árboles y plantas que al final acabarán churruscándose cuando vuelva el invierno. Es como si no tuviésemos ya bastante con la primavera que nos espera este año con tanto lío de urnas que para colmo, dos meses antes ya se caldea de esta manera el ambiente.

El exceso de sol en la mollera nunca fue bueno para pensar y a la vista están los titulares de las noticias de los últimos días. Vino el ministro de agricultura esta semana a León para darse un paseo por los regadíos con los bolsillos llenos de buenas intenciones y sin querer mojarse. En la N-630, entre León y Benavente, corre el asfalto como la pólvora cubriendo los socavones para tapar ávidos los defectos del olvido de los últimos años. Buscan desde los despachos las fórmulas mágicas para acabar con la despoblación del medio rural sin saber ciertamente cuál es la realidad de los pueblos y en esas, suena un disparo seco en el campo para anunciar que dejen de apretarse los gatillos, que por el momento nada de caza. A vueltas con la remolacha, con la sanidad y con quienes se postulan a empuñar los bastones de mando. Ya andan estos haciendo cábalas y quemando timbres en busca de adeptos a la causa de las elecciones municipales. Revientan los termómetros al mediodía mientras bullen las barras del bar con dimes y diretes de toda índole con tanto caldo de cultivo y mientras el periódico, en una esquina y con unos chorretones de aquí te espero, les mira amenazante con titulares que sofocan al personal más que 25 grados en febrero a un paisano con jersey de cuello vuelto «porque estaba la mañana algo fresca».

Aquí una, que lleva la sabiduría del refranero en alguno de los 23 pares de cromosomas, sabe bien que «al invierno no lo come el lobo», «que siempre que llovió, escampó» y que «no hay mal que cien años dure». Que aprovechen bien este calor los que sean de fotosíntesis lenta para hacerse con algún verano porque volverá el frío; que lo mismo que hoy hace sol, mañana llueve; y que todo pasa, como los baches de la N-630. ¡Ah! Y usted, señor Luis Planas, «para este viaje no necesitaba alforjas».
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