04/07/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Sodoma y Gomorra eran dos ciudades bíblicas, cercanas al mar Muerto, que han quedado para la posteridad como símbolo del vicio y la corrupción. Allí vivía un sobrino de Abraham llamado Lot, a cuya casa vinieron a pernoctar unos mensajeros. Pronto se vio rodeada dicha casa de unos hombres de la ciudad, que deseaban entrar en ella para acostarse con los mensajeros. No obstante, se pudo impedir su entrada y la consiguiente violación. No eran mejores las hijas de Lot, que emborracharon a su padre para acostarse con él, quedando embarazadas. Estas ciudades se han presentado como ejemplo de perversión sexual. La Biblia dice que fueron arrasadas y lo interpreta como un castigo divino. En el año 2015 aparecieron unos restos arqueológicos, mezclados con cenizas, que supuestamente serían los de estas ciudades de la Pentápolis.

En otros pasajes de la Biblia se ha referencia a éste relato del Génesis. Así en la epístola de San Judas se dice: «Igualmente Sodoma y Gomorra junto con las ciudades circunvecinas, que se entregaron lo mismo que ellas a la lujuria y a vicios antinaturales, sufrieron la prueba de un fuego eterno, para escarmiento de los demás». San Pablo incide también en el tema y no es mucho suponer que si hoy viviera sería condenado por homófobo. No faltan intérpretes de la Biblia que tratan de quitar hierro a estos pasajes, diciendo que no sirven para el contexto actual. En todo caso hoy resulta complicado hablar de estos temas, pues no hay verdadera libertad para opinar sin correr el riesgo de linchamiento.

La cuestión está en saber si los sodomitas fueron pioneros que se adelantaron a nuestro tiempo, a la modernidad, o si realmente eran unos corruptos cuyo ejemplo bien podría servir de escarmiento y advertencia de lo que nos puede deparar el futuro. Recuerdo en este sentido haber leído que fue el desenfreno sexual una de las causas de la decadencia del Imperio Romano y de otros grandes imperios. Cierto es que lo que unos entienden por libertinaje y desenfreno otros lo consideran como legítima autonomía para hacer lo que les apetezca. Por supuesto que de ninguna manera deseamos juzgar ni equiparar a los habitantes de Sodoma y Gomorra a aquellas buenas personas cuya forma de entender los sentimientos y afectos no coincide con la nuestra y cuya conciencia no los condena. Tampoco nosotros las condenamos. No obstante hay quien piensa con preocupación que Sodoma y Gomorra pueden estar resurgiendo en su expresión más preocupante.
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