Sobre la ‘autonomía’

Modesto Blanco
25/02/2020
 Actualizado a 25/02/2020
El denostado centralismo franquista viró con la democracia hacia una estructura autonómica constituida por 17 seudoestados que han reproducido en su ámbito el aborrecido modelo centralista. El aclamado ‘estado de las autonomías’ no ha servido para articular el territorio ni frenar la despoblación de amplias zonas de interior que languidecen ante la pasividad de quienes debieran preocuparse por su desarrollo. Esta situación es especialmente preocupante en la zona interior del noroeste peninsular, las provincias de León, Lugo, Orense y Zamora.

Es comprensible, por tanto, la aspiración de tantos leoneses a la secesión pensando que nos iría mejor con una administración más cercana y preocupada por nuestros acuciantes problemas. No obstante, creo que es una vana ilusión pensar que nuestros problemas se solucionarían con una autonomía que, en caso de llegar, se establecería sobre una región casi sin habitantes. Temo que una autonomía de León-Zamora-Salamanca en el marco de una España territorialmente desigual generaría un nuevo centralismo, aunque esta vez de León. Los problemas de nuestra región son los mismos que los del 60% del territorio español y gran parte de la zona interior de Portugal: envejecimiento demográfico, carencia de servicios e infraestructura, pérdida de dinamismo económico, administraciones corruptas, etc.

No debemos caer en el victimismo de tanto sentimiento identitario que atribuye sus carencias al saqueo practicado por otros que no están en mucha mejor situación que nosotros. Si nuestra constitución prescribe la solidaridad interterritorial, exijamos su aplicación, reivindiquemos el derecho de todos los ciudadanos, vivan donde vivan, a disponer de los mismos servicios e idénticas posibilidades de futuro. Es cuestión de supervivencia acabar con las graves desigualdades a las que nos ha conducido un sistema basado en la búsqueda del beneficio económico a toda costa y la idea de un desarrollo medido exclusivamente en términos economicistas.

En ese camino León no está solo. Nuestros problemas los compartimos con otros territorios que no son nuestros enemigos, sino que deben ser nuestros aliados para conseguir romper la maldición que condena a tantos a la decadencia y la extinción para beneficio de los que dirigen el cotarro, que son los que más ganan con la división y los enfrentamientos identitarios de los de abajo.
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