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Sobraba papel higiénico

04/04/2022
 Actualizado a 04/04/2022
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A muchos seres humanos les parecía una extravagancia lo de las señoras —los señores menos, pero también los hay— que van a cada supermercado a comprar una cosa por ahorrar unos céntimos. Escribo que les parecía, en pretérito imperfecto de indicativo, porque ahora que todo «está por las nubes ya no se ve», como cantaba Juan Luis Guerra, son más los que recortan tiempo de otros quehaceres para aprovechar las diferentes ofertas del barrio. La tecnología, desde siempre, está sobre las disfunciones del mercado y, por ejemplo, desde hace unos años no son pocos los establecimientos que vende en la app ‘To good to go’ (que se traduce por algo como demasiado bueno para dejarlo estropear), que da salida a la mercancía no vendida y que caduca con importantes descuentos.

También hay tenderos que atienden por Whatsapp e informan matutinamente de sus ofertas y excelencias de género para fidelizar a su ‘target’ ahorrándole tiempo y dinero. Creo que la cosa va a ir más y en cuatro días tendremos cada uno de nosotros varias conversaciones con la pescadería, la frutería, la panadería o el súper, pasando presupuestos de compra. Claro, que puede que los presupuestos sean solo válidos para esa mañana o esa tarde, que está todo muy volátil, se lo dice uno que mira a cómo queda el kilo de lo que sea y está convencido de que muchos comprarían más jamón y cecina de la buena o bombones de confitería si miraran en la letra pequeña a cómo cotiza el kilo de galletas industriales.

Al final, se junta todo: La pandemia, el cambio climático, la guerra, la globalización… Y se plasma en imágenes tan chabacanas como los lineales vacíos de papel higiénico. ¿Dónde habrán quedado aquellos tifos marca Scottex, aquellas blancas cascadas que cubrían a las miles de personas agolpadas en los estadios, que harían las delicias de Freud y que hoy son catetada, crimen medioambiental y, sobre todo, ostentoso derroche? A veces es mejor no buscar respuestas.

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