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Sobra casi todo

05/08/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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Ni idea de cómo es un 5 de agosto sin abuelos. Nunca había vivido uno, hasta hoy. Es 5 de agosto pero este año no podremos tirar de las orejas a mi abuela Nieves, ni ponerle la cuelga y cantarle desafinando, ni llevarle colonia ni anillos ni pendientes a Palencia, ni salir a celebrarlo con la tropa y verla llorar de emoción cuando llega la tarta con velas y cada uno evocaba un recuerdo...

En abril se fue la abuela Nieves y en abril me quedé sin abuelos. Ella era la última que nos quedaba, y tardó en irse pero se fue, y eso que a veces piensa uno que la gente a la que quiere estará para siempre, que los nuestros nunca se irán.

Con los años, inevitablemente la lista de ausencias crece. Se van los mayores, es ley de vida, pero también los que no lo son tanto. Se van cuando envejecen, se van cuando enferman, o se van un día cualquiera, de repente... Y entonces nos quedamos para siempre intentando asumir que nuestros seres queridos ya no volverán. Familia, amigos...

Las celebraciones nunca vuelven a ser lo mismo. Nada que ver. En mi familia ya no están los abuelos Clemente y Teodoro; ni las abuelas Claudia y Nieves; ni mis tíos Ignacio, Luci, Candelas; ni mi primo Alejandro; ni mi añorada Amaya... Aunque las ausencias que duelen son muchas más, tantas ya.

Inevitablemente vuelves a una ciudad, a una casa, celebras en torno a una mesa, pero ya nada es lo mismo sin ellos.La vida sigue, siempre. Y demasiadas veces se nos olvida qué afortunados somos de poder estar aquí, vivos, más o menos sanos. Y se nos olvida que tenemos infinitamente más de lo que necesitamos –sobra casi todo–, y nos lamentamos a cada rato (cuánta queja) sin saber disfrutar de lo que sí tenemos...

Y la vida sigue. A veces tan cruel, a veces tan absolutamente maravillosa...
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