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Sírvase usted mismo

17/11/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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¿De verdad piensa usted, querido lector, que sólo tiene un trabajo u ocupación? ¿Y cree, además, que la modernidad, la tecnología y el progreso han logrado simplificar las tareas de nuestra vida? Es posible que algunos trámites puntuales sí, las colas del Inem han desaparecido, ahora sólo son virtuales, para fortuna del Gobierno, pero en líneas generales, la informática y la modernidad no nos están ahorrando tiempo, aunque se pretenda vendernos esta idea. Han dinamitado trabajos que antes hacían personas y han cargado de trabajo extra a sus usuarios.

Como dice mi amigo Martín Castaño, el sistema está pensado para hacernos trabajar a tiempo parcial, de tal modo que dedicamos un tiempo extra a contribuir en el buen funcionamiento de las cosas. No sería malo contribuir si no fuera tan injusto, pues uno paga por una serie de servicios que no sólo no recibe, sino que debe realizar quiera o no si desea que el mundo funcione y necesite sentirse integrado en él.

En las gasolineras ya pocas veces un empleado suministra el combustible, debe hacerlo usted mismo. En las cafeterías o restaurantes, no hay servicios de terraza, a veces tampoco de mesa, sírvase usted mismo. En las tiendas sólo hay cajeras, sobre todo en las grandes cadenas, apenas hay dependientes con criterio cuya función no se limite a cobrar, sino a orientar al cliente. Para decidir ya existen los espejos. Y esto en el hipotético caso de que seamos unos antiguos que aún seguimos comprando en la tienda física, que cada vez tiene menos mercancía disponible. «Visite nuestra web». Y el gigante Amazon vende desde productos de alimentación hasta muebles de diseño. Caminamos hacia una deshumanización casi absoluta. El mundo es de las máquinas, que más que ayudarnos nos sustituyen.

¿Y qué me dicen de la Administración Pública? Mantenemos un sistema mastodóntico, en el que los propios funcionarios se pierden, pues les cambian formularios sin avisos previos, por lo que, a pesar de su interés obvio en ayudarte, ellos mismos no comprenden cómo, cuándo ni por qué han variado determinadas tasas y/o requisitos, así que no les queda otro remedio que pronunciar el consabido: «Vuelva usted mañana», o pasado si no le importa, antes tendré que informarme adecuadamente.

Ya nos había advertido el sociólogo polaco Zygmunt Bauman acerca del peligro que entrañaba este viaje hacia la deshumanización: «El progreso, en resumen, ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal».
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