Sin los pies en el suelo

11/04/2018
 Actualizado a 06/09/2019
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Ya está el guaje subido al mundo. O con el mundo a sus pies, que viene a ser lo mismo. Mientras tanto el resto del mundo sigue a su bola, con los pies en el suelo.

Mauri disparó y marchó, no quería captar posteriores momentos pues, a buen seguro, no tardará en llegar alguien que conmine al niño para que se baje de la bola, para que deje de descansar sobre el mundo, para que viva con los pies en el suelo.

Que es tanto como decir que aterrice en el mundo de los mayores.

Que es tanto como decir que deje de ser niño.

Que es tanto como decir que renuncie a los sueños, a ver el mundo desde arriba, a sentirse el más grande de la tribu y el más poderoso de los mortales... Y le obligamos a que descienda a nuestros infiernos para enfangarse en historias de huidos, de másteres, de chorizos sin pan para hacer bocadillo...

Nos estamos olvidando de que la primera regla de todo niño es no tener reglas. Que la primera obligación de todo niño es no tener obligaciones. Que nada del mundo debe sustituir a su derecho a ser niño y, por tanto, a jugar. Que el colegio es otra de las cárceles por las que debe de pasar pero su obligación es hacerlo de puntillas y sis distraerse de su verdadera obligación, marchar corriendo para la plaza y esconderse.
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