22/12/2022
 Actualizado a 22/12/2022
Guardar
He vivido un auténtico golpe de Estado. Solo han faltado las marcas de los balazos en el techo, pero he sentido muy de cerca cómo se violentaba sin tapujos el orden democrático vigente y cómo se ponían en solfa derechos fundamentales incluidos en nuestro texto constitucional. Mi madre y mi hermano asaltaron en mi ausencia y sin contar con cobertura legal alguna la primera cesta navideña –esperemos que hoy caiga alguna otra– que me ha tocado en el bar regentado por el ‘obispo de la lotería’.

Estos elementos subversivos con los que convivo querían reformar por la vía rápida el precepto jurídico por el que el agraciado tiene derecho a engullir el polvorón de chocolate y meter la caja de las peladillas en el mismo cajón que la del año pasado. Por eso, al llegar a casa, no me quedó más remedio que llamarles a capítulo. Apenas habían dejado algo de turrón y estábamos ante una crisis institucional y familiar sin precedentes.

Y todo esto, sin exagerar, por supuesto... El lenguaje bélico y con referencias a épocas afortunadamente superadas no es más que otra herramienta utilizada por los gestores de la cosa pública para distraer al personal. Y lo hemos comprobado estos días con la justicia, que funciona a las mil maravillas cuando les da la razón y está literalmente secuestrada por sus rivales cuando se la quita. Se pelean por repartir togas igual que los niños por el balón. «Los jueces son míos y me los llevo a casa», podría decir cualquiera de nuestros representantes mientras sale enrabietado del hemiciclo.

No se por qué tantas ansias por ponerles el yugo a los jueces si luego indultan a los delincuentes que embisten contra nuestro marco de convivencia o que se lo llevan crudo pese a que el presidente aviador llegó al puesto mediante una justa moción de censura por la corrupción de sus rivales. Se pelean, pero nadie habla de despolitizar la justicia, que es lo que prometen hasta que meten, porque luego nunca lo cumplen. Y cuando les pillan en un renuncio, es el momento de la hipérbole y el guerracivilismo, igual que hice yo cuando me enredé en el bar y no llegué a cenar con mi madre y con mi hermano o como he hecho en el arranque de estas líneas.
Lo más leído