Simplista caricatura visceral

Manu Salamanca
03/10/2019
 Actualizado a 03/10/2019
Se ha perdido desgraciadamente la capacidad de asombro y se avanza por el peligroso camino de una clara insensibilidad social y ante el sufrimiento adquirido y el dolor insistente que nos traumatiza, quizá como una acción indignante que sólo obedece a conductas malsanas que han sido adquiridas y muy reforzadas a través del tiempo, en donde es evidente la carencia de la mayor parte de los valores familiares, la ausencia de sentimientos y un fuerte bloqueo de emociones positivas, dando paso por supuesto a esa frialdad, a un placer de ver sufrir a los demás, circunstancias que son inevitablemente fomentadas desde los modelos que se reciben mayoritariamente desde el seno familiar y de la propia sociedad atormentada.

Es un mal propio de nuestro tiempo, en el que innumerables personas viven los problemas de la delincuencia con su violencia desmesurada, y es que nos acostumbramos a la presencia de un desagradable estímulo repetido, llegaremos a verlo como un natural agrado, al igual que el sonido de nuestro reloj de pared que percibimos al principio, pero pasado un tiempo ya ni lo escuchamos.

Atendemos de continuo una comunicación perversa, pudiera ser muy frecuente en nuestro día a día, sin embargo en ocasiones nos parece como si la misma sociedad no percibiera esa fórmula de arcaica violencia y de sufribles sucias maneras.

En la vida seguro que no nos faltarán aquellas personas que en principio son más brillantes en el dominio de las palabras, pero que por otra parte y sobre todo en muchas ocasiones se cargan de veneno como una vulgar pieza de artillería, de agresiones encubiertas y desprecios sutiles que muy imaginablemente desconcertantes se despliegan y siempre al sabor de su destacadísima ignorancia y atrevida mal formación..

El típico ‘sarcasmo nacional’ es ese que se elogiaría en su rincón favorito y en los diferentes chascarrillos que en los diferentes medios televisivos ocasionalmente podemos ver y como una muestra más de esa evidente y soporífera descarga de mentes ignominiosas, que se miden en grado excepcional y aberrante inspiradores quizá en la capacidad de resolver infinidad de locuaces enigmas, de continuos desafíos mediáticos y siempre en medio de un desgraciado lenguaje barriobajero, que no dice absolutamente nada de esos pobres desgraciados/as que lo contemplan y que con increíble minuciosidad desgranan.

Lo que ensalzamos en estos comportamientos, podríamos interpretarlos como bromas del todo ingenuas e inocentes, ante todo es un atentado hacia la autoestima de otra persona, es una agresión en toda regla, es implacable, a parte de ser muy constante en su forma de proceder tan devastadora como de todos sus actos intimidatorios tan escrupulosamente dirigidos.

Personajes del tres al cuarto se caracterizan a la vez por ese tipo de lenguaje mordaz y siempre aderezado por ciertas dosis de desprecio, hilvanadas con grandes dotes de relativo convencimiento moral; para ellos/as son del todo normal y es con ese efecto ‘satírico’ que sin duda es muy ingenioso, que se regodean en su fango calamitoso nada sensacionalista y menos atrayente.

Al igual que esas imágenes que vemos a diario en los diferentes medios, en donde los homicidios, agresiones, la reiterada violencia de género y las típicas transgresiones a la ley se generalizan en el subconsciente colectivo a tal grado de verlo como algo sencillo, ya que no nos asombra y al que nos acostumbramos y aceptamos de inquietantes y preocupantes formas, camufladas en una clara impasibilidad social, en claro embotellamiento emocional, donde lo único que se busca a cada instante es imponer su auténtica destreza intelectual, que sobre todo desate cualquier rutina en medio de continuas habilidades de extravagante repertorio de frases hechas y argumentos decadentes, sabed que son ingeniosas herramientas de las que se dispone habitualmente, siempre estarán entremezcladas por si fuera poco con ese tipo de risotada estrafalaria y degradante, dejàndonos fuera de lugar, incluso tratarán de reafirmarse desde su ‘simplista caricatura visceral’ tan dramática como muy pasada de moda.
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