25/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Junto estas letras recién levantado en el paraíso redipollejo (no es por dar envidia, pero tras dormir con pijama y dos mantas) y sin quitar siquiera la legaña, no sea que se vaya la inspiración y llegue la hora del vino sin haber vencido al espacio en blanco con que me honra cada dos semanas ‘el club de los jueves’. Don Vélez escribía aquí hace siete días sobre las verbenas de los pueblos, lo que prestan y los efectos que pueden tener sobre la verticalidad del paisano si se abusa del porrón o del ‘cacharro’. Son días en los que uno no puede (o no quiere) ver la realidad del medio rural, que cambia mucho en septiembre y suele dejar calles y bares vacíos a la espera de que un coche, un tractor o un héroe se rebelen contra la dictadura del silencio. Ver la realidad es fundamental. En mi caso, para comprobar que es casi imposible vivir en el pueblo todo el año. Y en el caso del presidente aviador, para salir de su burbuja y ver que está muy lejos de la mayoría absoluta y que la repetición de las elecciones es un arma de doble filo, porque los españoles hemos visto que la negociación entre socialistas y podemitas obvia el programa y se centra en la cuota de poder (y de pantalla) que unos y otros tendrán en una coalición proscrita hasta hace pocas horas para los vencedores en las urnas. «¿Y qué hacemos ahora con la morralla argumental del Gobierno cuando decía que no podía tragar con una coalición?», se preguntaba el maestro Alsina. No se preocupe, porque el presidente aviador, que tiene un gran concepto de sí mismo, nos hará ver hoy que ese enjuague es el mejor invento desde la pólvora (si llega a buen puerto) o que le debemos la vida por haber evitado que el comunismo dirija la cosa pública (si el romance se va al guano). Cuesta contemplar el cortejo después de que el inefable inquilino monclovita hablase de la «chaqueta reversible» de los naranjitos, pero no olvidemos que él es el único que puede cambiar de opinión, es el centro de todas las cosas, el Simba de la política. Y por ello todos los demás (los rivales de enfrente, los enemigos de al lado y los españolitos de a pie) debemos postrarnos a los pies del nuevo rey. Hakuna Matata.
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