06/02/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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De color ‘Sil’ es la sangre que fluye por los ríos de esta Cuenca. Porque Sil según Plinio es ese lodo rojo utilizado como pigmento: «Sil proprie limus est rubri coloris». El Sil es un río de sangre y heridas. El enérgico caudal del Sil abrió cañones y congostos para descubrir los tesoros que lo acabaron matando: oro y carbón, hierro y wolfram, pizarra y caliza, cuarcita y granito. Su generoso caudal lo convirtió en el río más embalsado de España, un río ‘embalsamado’, lleno de muros y fronteras.

En los últimos cincuenta años inmensos proyectos mineros, hidráulicos y energéticos han cambiado radicalmente el paisaje natural de la Cuenca. 25 centrales hidroeléctricas y 2 centrales térmicas suman un potencia instalada de 3500 MW (equivalentes a más de 7 centrales nucleares como Garoña). En el Sil sus ‘desarrolladores’ siempre se acercaron con una actitud codiciosa e interesada. Esta visión cortoplacista también ha tenido un impacto muy negativo sobre la sociedad: en la actualidad la población de esta Cuenca es cada vez más escasa, pobre y envejecida. La riqueza de su geología, hidrología y biología ha sometido al Sil a una profunda y negativa explotación. La Cuenca del Sil quizá sea uno de los territorios más olvidados y heridos de la Península Ibérica: un espacio lejano tanto para la Galicia costera como para la Castilla meseteña.

Sin embargo, la Cuenca del Sil tiene un significado cultural y ecológico incógnito e infravalorado. El Sil es un espacio de transición biológica y cultural. En su Cuenca se imbrican biogeográficamente húmedas zonas de clima atlántico con templadas y secas zonas mediterráneas dando lugar a una de la más variada e importante diversidad forestal de la Península Ibérica. En sus montañas viven especies tan relevantes como lobos, urogallos y osos pardos.

La Cuenca del Sil es sangre de vida, savia. La fuerza de sus rojos minerales ha nutrido excepcionalmente a los árboles y las cepas. El rojo de sus aguas se transforma cada otoño en los rojos de los sotos y las viñas, concentrándose en vinos y magostos. Porque el Sil es una cuenca vegetal donde la humedad del clima atlántico se funde con las benignas temperaturas del mediterráneo. Es el lugar de secretas y recoletas tejedas, laureiras y acebedas. De eternos castaños, olivos, alcornoques o encinas. Para los que nos sentimos ‘Silenses’, paradójicamente apátridas en esta preciosa Tierra, percibimos que la roja sangre del Sil ha sabido transmutarse en la savia más verde y dulce del planeta.
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