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Si se callase el ruido

18/08/2022
 Actualizado a 18/08/2022
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Estas semanas el rumor de las olas se sigue escuchando después de alejarse de la playa. Agosto ya no es lo que era pero mantiene ese poder casi místico de aletargar un país entero carreteras adentro a la vez que bulle juvenil, eterno y despreocupado en la costa. Ese apagón programado (con perdón y sin intención alarmista ante el siguiente apocalipsis) es especialmente acogedor con el descanso vacacional de los políticos. Hay un periodo poco definido de agosto en el que solo la ausencia política baja los decibelios de la crispación y el resentimiento. España se reconcilia en las playas, los chiringuitos y las piscinas porque nada iguala más que un atardecer despreocupado en bañador y chanclas.

Es tan purificador este oasis sin argumentarios que a uno le da por imaginar cómo sería la vida así si fuera así siempre. No sin trabajar mientras sigue llegando la nómina, que tampoco es mal experimento, si no «si se callase el ruido» como cantaba Ismael Serrano para hacerse la misma pregunta en cualquier otro agosto. Si se callase el ruido del marketing político, el asesor y el ‘todólogo’ tertuliano. Si se callase el ruido de la verborrea incontrolada que llena discursos y entrevistas porque el silencio delata. Si se callase el ruido de la política inútil de cálculo electoral y encuestas internas. Entonces, como sucede estas semanas de agosto de siesta y mosquitera, la vida real se abriría paso en el debate público como una enredadera de jardín que parece que no crece pero acaba derribando el muro. La realidad doliente de los incendios y la sequía de un mundo enfermo que ignoramos. La realidad del lujo de llenar la nevera mientras se arruina nuestro campo. La inseguridad de la noche en una sociedad caníbal que olvidó la empatía. Cuando se calla la política se escuchan sus consecuencias y «quizá podríamos hablar y soplar sobre las heridas, quizás entenderías que nos queda la esperanza»; remataba el cantautor otra tarde de verano cualquiera.
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