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Si me das a elegir

24/02/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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Nadie había escupido tan alto desde que Policarpo Díaz estableció la plusmarca nacional en el verano de 1991. Sobrado de confianza, y probablemente de algo más, El Potro de Vallecas llegó a afirmar, antes de su combate contra Pernell Whitaker por el Campeonato del Mundo de Boxeo, que «no me entreno más porque si no lo mato». Añadió que le iba a mandar a la lona en el octavo asalto porque se lo había dicho su abuela, que era adivina, y su entrenador matizaba que «no creo que llegue ni al octavo: lo va a sacar de Virginia», que era donde se disputaba el combate. Media España entendía entonces de boxeo, quizá la misma media España que años después pasó a entender de Fórmula 1, y una calurosa madrugada pudimos ver en Telecinco cómo El Guisante Whitaker le partía la cara a Poli, que a duras penas aguantó en pie hasta el final, acabó con dos costillas y una muñeca rotas y que empezó a partir de ese momento su particular calvario. A pesar de que se puede considerar deporte nacional (el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra), desde entonces nadie había echado la lengua a pacer con tal solemnidad hasta que Pedro Sánchez anunció hace unos días que su autobiografía se iba a titular ‘Manual de resistencia’. A los cinco minutos le enseñaron la misma puerta por la que había entrado, le tumbaron los presupuestos y tuvo que convocar elecciones generales. En el Congreso de los Diputados sigue siendo el presidente del Gobierno (ya casi en funciones), pero en el bar seguro que le habrán empezado a llamar Bocanegra. Como si quisiera demostrar que sus patinazos no son puntuales, en la presentación, que contó entre otras con la intervención de Mercedes Milá y su habitual sobrepeso emocional, dijo que iba a donar los beneficios del libro a los ‘sin techo’, aunque parece más lógico pensar que son ellos quienes le podrían dar consejos a él sobre lo que de verdad es resistir. Con todos estos antecedentes, lo cierto es que desde la tundra leonesa no tranquiliza demasiado escucharle decir que el cierre de las minas y de la centrales térmicas tendrá «impacto cero en el empleo». ¿No queda nadie a su alrededor a quien no le haya dado un cargo y que le diga que lo que necesitamos es exactamente lo contrario? Alguien, por ejemplo, de aquellos que salieron a matizar las palabras de su líder cuando habló de «descarbonización» y nos querían hacer creer que en realidad se refería al dióxido de carbono... como sin duda se ha demostrado con el paso del tiempo. Cuando algo ha tocado fondo, como es el caso del empleo en las cuencas mineras, la solución no pasa por alcanzar «el impacto cero», sino por ofrecer alternativas de desarrollo para poder resistir sin manuales. Quizá el socialista tenga el mismo concepto de la política que los mexicanos del boxeo: admiran a los púgiles no por los golpes que reparten, sino por los que son capaces de soportar sin caer al suelo, como Poli contra Whitaker. Crear un consejo de ministros y ministras y poner firmes a los dinosaurios y las dinosaurias de su partido resultaron maniobras admirables, pero de ahí a pensar que la resistencia lo es todo hay una notable diferencia: puede servirle para colmar sus ambiciones personales y profesionales, pero no va a hacer una sociedad más justa. Mientras tanto, en la que nos toca vivir, nos encaminamos a las urnas como nos sentamos ante el televisor, con más canales, pero menos que ver. Si me das a elegir...
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