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Sí, hay banquillo

03/01/2021
 Actualizado a 03/01/2021
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Es curioso y hasta sorprendente que a estas alturas y coincidiendo con el nuevo año, Génova, el cocedero de ‘ideas’ del Partido Popular, haya reaccionado, se suelte la melena y explique, sin pelos en la lengua ni sordina, que Casado recibió (de Rajoy) «un partido hundido y sin banquillo». Hundido, no. Tocado, sí. Más de lo que se intuía. Lo de la falta de banquillo es otro cantar. Lo hay, aunque colocado en la última fila del gallinero para que moleste lo menos posible. O nada. De modo, que a la vista de los acontecimientos y como norma genérica a la denuncia genovesa, aplíquese que cada uno tiene lo que se busca o lo que se merece. Y eso es, naturalmente, lo que le viene ocurriendo a este PP en su historia reciente, con un ejército de maniobreros vitalicios cortando el bacalao. Los lomos para ellos. Las espinas para los demás.Y, a veces, ni eso.

A raíz del aviso en cuanto a la celebración de los congresos provinciales del partido en el primer semestre de 2021, ya han saltado las alarmas por parte de los barones más varoniles que por ahí pululan. León, incluido. O dicho de otra manera: quienes han estado liderando los procesos electorales no quieren perder el momio del que se hanlucrando desde hace años. Y en esas andan porque saben que un cambio sustancial en los organigramas territoriales pondría en riesgo –ahora sería verdad– su continuidaden el puesto de mando y junto al timón. Y no están dispuestos a bajarse del machito.

Se viene filtrando, por ejemplo –o al menos se dice–, que para la presidencia del PP leonés se pretende seguir en la misma línea actual. Calcada. Que no se mueva una paja. Que las contraventanas se suelden. Valladolid, es decir, Alfonso Fernández Mañueco ha dirigido sus bendiciones hacia el actual ‘amo’ provincial –encarnado en la figura de Juan Martínez Majo– para que en León no se produzcan ‘sobresaltos’ y el ‘nuncio’ de la Junta siga a la cabeza de la observancia regional. Es fácil de entender. Majo es una persona políticamente dócil y en posición de saludo de forma invariable. Siempre a la orden y sin rechistar.

Ahora bien, si los cerebros de Génova buscan la frescura y el cambio de cartel presidencial, es posible que no traguen con las hipotéticas apetencias de Mañueco. Algo que, por estrategia política y quizá por sentido común, tampoco tendría, además, razón alguna. Ninguna. Asumir la continuidad, apostar por ella, equivaldría a pegarse un tiro (de mierda) en el pie, con la consiguiente infección resultante. Y es que a la gente ya no le puede manipular, pese a que haya quien se lo crea con la sonrisa fingida y la palmadita en la espalda como permanente carta de presentación. Y eso tampoco cuela. Está amortizado.
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