16/01/2023
 Actualizado a 16/01/2023
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Quizás me estoy dejando vencer por el lado cotilla, Dios y algunos platós me perdonen, pero no puedo evitar la influencia de esa cantiga de escarnio de Shakira, sí, esa canción de despecho y desamor. Uno está en el mundo, sea redondo o plano (hay que contentar a todos, siquiera por corrección política, por no ofender…), y entonces la batalla entre Piqué y Shakira, esa batalla que surge al parecer del amor vencido, me influye como al que más, no puedo sustraerme a la influencia de la revancha adjetival, no logro quitarme de la metáfora del Twingo, me persigue la imagen de Casio frente a Rolex, que podría ser un título de Shakespeare. Me siento concernido, querido lector.

Vaya por delante que la canción en la que se explicitan los Shakira Blues con tanto detalle me parece mayormente una colección de ripios, le veo mucha flojera poética, Spotify me perdone, pero seguro que es cosa mía. No estoy en la pomada, lo confieso. Hoy vivimos un uso y abuso de las frases chulis, esas que se ponen en los frontispicios y a veces en las tumbas, frases cortas que vienen en los libros de citas (de citas textuales, me refiero), y que suelen pertenecer a Horacio, a Goethe, a Oscar Wilde, a Paulo Coelho, faltaría más, y a Elon Musk (que el hombre se lo trabaja mucho). No importa demasiado si las han dicho o no, basta con que se les atribuyan con alegría, porque, como diría Umbral, nadie se va a levantar a mirarlo. Esta pasión por la sentencia, con su tono solemne y vehemente, con su toque de autoayuda tantas veces (ay, esas frases que intentan explicar cómo se logra la felicidad), resulta bastante agotadora. Pero ya ven que todo puede empeorar.

Me sorprende que la mayoría de los estudios críticos sobre la canción de Shakira (hay poemas de premios Nobel menos analizados) no se hayan parado en la calidad del verso, o en su ausencia, sino sólo en el lado emocional y moral, en si hace bien o mal dirigiéndose así a Piqué y su pareja actual, si no debería cortarse un poco en lugar de emplear tanta saña verbal, de tal forma que se supone que debería arrepentirse del uso del ripio como arma arrojadiza: hombre, la cosa, todo ello, tiene algo de resquemor adolescente, eso es cierto, pero quizás ahí resida su éxito. Es un tono muy apropiado para este tiempo de simpleza en el que vivimos.

Y sí, es muy cierto que los cantos de despecho, los poemas de escarnio y sátira, menipea o no, están en la literatura y en la música desde siempre, y han dado lugar a composiciones de gran calidad y a otras, me temo, un poco más ratoneras y pueriles. Durante años escuchamos los debates amatorios simulados de ‘Pimpinela’ y los aceptamos de buen grado, a pesar de que rezumaban despecho reiterado. Era una ficción y de ahí no pasaba. He leído estupendos artículos (ya digo que lo de Shakira empieza a acumular mucha bibliografía en apenas una semana) en los que se repasa la historia cantada del desamor. A veces, con palabras gruesas. En una televisión alguien dijo que Shakira había presentado versos mucho más duros que los que han visto la luz, quizás empujada por el ánimo de revancha (otros dirán que empujada por el ánimo de lucro: nada que objetar, por cierto). Si se ha aplicado el cedazo de la corrección política en alza a este desahogo de la colombiana, es algo que desconozco. Pienso que, si algunos han procedido a llevarse las manos a la cabeza por los pellizcos de monja para su ex, qué no hubiera pasado si la tal Shakira se hubiera liado a adjetivar sin filtros.

Lo que me preocupa no es tanto el contenido (pero hoy es lo que se vigila) sino el nivel de la cosa. Y más me preocupa que estemos dedicando mucho tiempo (yo el primero) a analizar las repercusiones de algo que, finalmente, ni nos va ni nos viene. El mérito de esta movida está en lograr facturar como factura, ya lo dice la propia Shakira, qué diablos. Sinceridad ante todo. Llevamos semanas instalados en los despechos, en los amores difíciles, en el escarnio de titulares y de culebrón. Empezamos con Preysler y Vargas Llosa, ‘socialité’ versus Nobel, aunque la cosa, afortunadamente, parece haberse detenido a tiempo. No creo que Mario produzca una novela al respecto. Qué decir de Harry de Windsor, y su acometida contra su propia familia, real, aunque a veces parezca tan irreal, con todo lujo de detalles, vendiendo más libros que su tocayo Harry Potter, aunque, como él, dando un poquito la vara.

¿Nos extrañamos de que Shakira se haya sumado al carro del despecho, al encontrar una historia que contar y, sí, que facturar? No, queridos. Es la historia del mundo. No parece Piqué molesto, o no en demasía, sino que le ha faltado tiempo para sumarse al lado más comercial del desamor, a lo que ofrecía posibilidades de desarrollo: Casio (el reloj, no el Casio de ‘Julio César’) va a salir favorecido de la cita frente a Rolex, y también el pequeño Twingo frente al Ferrari. Piqué es bueno en esto, y también puede convertir el memorial de agravios en una ocasión para desagraviar a las marcas. La publicidad puede funcionar en varias direcciones. Quizás asistamos a una batalla de facturaciones, porque el amor también tiene su lado ‘monetary’.

El culebronesco episodio también pasará y nuevos desenamorados cantarán sus cuitas, sus despechos, y consumiremos con ahínco estas historias, como la de la loba y el novato (no lobato, ojo), según dice la propia Shakira. ¡Será por amores difíciles de sobremesa! Bien mirado, en un año tan electoral como el que se avecina, no vendrán mal ocasiones para liberarnos de la realidad. Nos esperan semanas, meses, de frases medidas y calculadas, de eslóganes e ideas concebidas en los laboratorios de los asesores de campaña. Todas esas frases, como las de los libros de autoayuda, también nos dirán cómo lograr la felicidad. Varias capas de semántica precocinada nos cubrirán con menos estilo que la nieve que dicen que al fin está a punto de llegar. Seremos enterrados por los vocablos de los argumentarios, y habrá que bracear con éxito para salir a por aire, para respirar en las atmósferas irrespirables. Y tampoco faltará el desamor, y el desengaño. Y las parejas imposibles. Y no faltarán los novios y las novias en busca de un lugar en los altares electorales. Y finalmente, sí, los matrimonios de conveniencia, que nunca faltan, a la vista está, en tiempos recios. Lobos y lobas, novatos y novatas, Casios y Rolex, bienvenidos al formidable año electoral, también el año del Shakira Blues. Grandes historias de amor y desamor político nos aguardan. Allá vamos.
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