07/02/2022
 Actualizado a 07/02/2022
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Estos días es noticia que un perro llamado Tuco ha sido declarado «ser sintiente» por la autoridad con el fin de que no sea cambiado de cuidador.

Eso mismo habría que pedir para el trabajador autónomo, ese raro bicho que no conoce ni padece ninguno de los muchos males que afectan a los demás trabajadores, y les arrastran a la baja laboral. El, que, sin rechistar, y a veces hasta dando empleo a otros, no necesita el descanso, ni la recepción de ayudas, y ni siquiera sabe cómo reaccionar ante la posibilidad de jubilación. Ser sintiente si los hay. Dócil, modélico, y sin collar.

Y en el terreno del cante, además de al diputado de la derecha que votó el jueves a favor de la ley laboral del Gobierno, «por equivocación», habría que declarar como ser sintiente a la presunta cantante Rosalía, que nos regala su canción ‘Hentay’ que reza así: «Te quiero ride / como mi bike/ hazme un tape/ modo spike, / Yo la batí/ hasta que se montó/ segunda es chingarte/ lo primero es dios». Maravilla del sentimiento humano expresada solamente con movimientos de culo, que invita a retarles a Serrat, a Sabina, a….., y a todos esos a que depongan sus modos viejunos y entren en este nuevo metaverso de la canción si no es que quieran verse despreciados por la parroquia en general y por las claras mentes de la progresía universal.

Pero, ¿quién no ha conocido a un perro con más sentimientos que la mayoría de los mortales?. Sin ir más lejos, la cuñada del cronista, Camino, tuvo un caniche negro llamado Theo, precursor de los anti taurinos, que veía en la TVE las corridas de toros y, llegada la hora de la suerte fatal, comenzaba a gemir y a llorar a moco tendido; y que, de viaje de Barcelona a León, cuando llegaba allí donde se acaban los Monegros ya cerca de Zaragoza, en los serrijones de la derecha hay un gran toro de Osborne, el pobre, en el asiento de atrás, se perdía en un llanto lastimero que todavía, cuando lo cuenta, le hace a Camino estremecer.

Lo que no está todavía al alcance de los perros es poder distinguir entre la nostalgia y la melancolía. Ese es un asunto reservado a nuestro Luis Mateo Díez y pocos más. Aunque también Sergi Bellver, en su gran novela ‘Del silencio’ parece aborrecer la primera y preferir lo segundo. «La nostalgia, ese ogro del que Vera también quería huir…» (pág. 312). Hay quien tan solo ha llegado a: Tú, cuando te llamen cuco, menea el rabo. Y le ha ido muy bien.
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