Será por chaquetas

La noche, como el día, sí llega. Quien parece no querer acercarse a nosotros, hombres y mujeres del norte, es el verano. Se lo decía a un joven pianista amigo mío, Mario. Hace frío. Tenemos ganas de piscina. Muchos nos tiraríamos al agua de cabeza, aunque solo fuese por refrescarnos la memoria y limpiar el disco duro después de un curso complicado, un año triste y frágil. La bolsa está preparada y desde la puerta sabemos que en ella están las chanclas, el bañador, la toalla, el gorrito, pero la bolsa nos mira como si viese a un grupo de jóvenes alborotados a la puerta de una discoteca sin decidirse a entrar. Hace frío, Mario. Ya ves, Marta. Julio y sus ‘juliadas’.

El fin de semana pasado vino una amiga de Madrid, escritora, Almudena. ‘Lleváis todos chaqueta’, nos dijo, un tanto asombrada. Se ve que en la ciudad del Retiro todos caminan como poco en manga corta. Allá quien no se anime con los tirantes. Otra amiga y yo le dijimos que si algo nos caracteriza a los leoneses es la cuestión de la chaqueta. Nunca nos faltará una en el bolso o en el brazo, por si acaso. Es que aquí, Almu, refresca. De hecho, hay años, como este, que refresca mucho. Mira, piscina o playa de río no sé yo si la amortizaremos, pero la chaqueta, este julio, seguro. Mínimo un chal, aunque a poder ser, mejor algo de punto. La montaña y sus aires, que nos miran de cerca. Vamos a tomar unos vinos y sus tapas. Eso lo compensa casi todo.

¿Por qué no quiere venir este caprichoso verano? Me recuerda los versos de Lorca en su ‘Gacela del amor desesperado’: «La noche no quiere venir/ para que tú no vengas/ ni yo pueda ir». El verano y nosotros somos como esos amantes que se buscan y no se encuentran. Y así avanza el calendario, con la esperanza puesta en agosto, amando el mismo sol amante que huidizo nos esquiva. Mientras tanto siempre nos quedarán terrazas, películas de culto, poemas, piscinas climatizadas, trenes dirección sur.