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Sepulcros blanqueados

07/04/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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De hoy en ocho días, Domingo de Ramos. Y el que no estrene nada, no tiene manos. Eso se decía en tiempos no tan remotos, cuando los más pequeños, ellas y ellos –¿queda así bien esta sandez que es el lenguaje inclusivo?– vivían la festividad con otro aire y diferentes fundamentos. Con mayor intimidad y, a la vez, con una explosión de júbilo colectivo. Y los mayores, también. Esa gaita de la laicidad estranguladora, el machismo con sentencia previa, y algún que otro fleco modernista por ahí perdido, está cuarteando este país, como el páramo, yermo, se reseca por falta de agua.

Al grano. La portada de una revista de la Semana Santa de León –hasta ahora, la de mayor tirada– ha escandalizo a los de siempre. A los más ‘progres’, a esos que se la cogen con papel de fumar cuando, en el retrete, se enfrentan al urinario. Los mismos que callan si el viento sopla en contra, y vociferan si las brisas van a favor. Siempre circulan por la misma vía, no cambian ni con señalizador. Deberían tener los mismos ánimos –aún no he escrito pelés– para denunciar otros mandatos de diferentes corrientes, que sí pueden ser atentatorios contra el individuo o ‘individua’. Pero esos escenarios les son siempre ajenos. Por norma. Y por falta de… (No, no lo escribo, director).

Pues resulta que la imagen de unas piernas de mujer, vestidas con media negra, taconesy en ninguno de los casos atentatoria para la dignidad femenina, ha servido de espoleta para la crítica y el enfado de quienes quieren ver lo que no hay. Porque en esa portada hay respeto. Y sensibilidad. Y es diferente, qué demonios, al resto. Y habrá, claro que sí, a quien lo guste más, menos o nada. Es lo lógico, lo racional y lo esperado. Pero de ahí a sacar las cosas de quicio, media un abismo.

Para muchos de estos pollos y pollas –la gallina es otra cosa porque pone huevos– la Semana Santa es una recreación medievalista que debería desaparecer. Si de ellos y de ellas (?) dependiera, se la habrían cargado porque, dirían, que es carca y franquista. Franco, por cierto, está últimamente en todos los guisos. Pues bien, que no olviden cuando Zapatero, no hace tanto, le quiso echar un tiento al asunto y salió escaldado cual ave en agua hirviendo. No lo intentó más.

Por eso resulta lamentable que se tome en vano la figura de la mujer. Que se atente contra las convicciones de una parte de la sociedad, buscando el enfrentamiento y el desdoro ajeno por una artística fotografía. Una vez el desorientado Echenique, sí el de Podemos, cantó aquello de «tócame la minga Dominga, que vengo de Francia». Y les hizo gracia a estos ‘defensores’ de la mujer. Ni pío, oiga. Y se rieron. Qué arte el del extremista. ¡A qué sí! Váyanse a la mierda.
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