16/12/2022
 Actualizado a 16/12/2022
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Es curioso cómo la sociedad damos por supuesto ciertas cosas creadas por nosotros mismos como si fuesen leyes de la termodinámica. Magnitudes físicas absolutas e invariables a las que nos podemos aferrar y en las que depositamos mucha más confianza de la que deberíamos.

Uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia que se precie, es la separación de poderes entre el poder ejecutivo (quien gobierna), poder legislativo (quien hace las leyes), poder judicial (quien hace que se cumplan las leyes) y la prensa (quien tiene que denunciar lo que no funciona bien).

Esto que hasta cierto punto es obvio, mucha gente parece no tenerlo en cuenta y confunden las funciones de cada poder, aunque mucha responsabilidad en esta confusión la tienen algunos políticos que se ocupan de que esto de la separación de poderes se parezca cada vez más a un potaje de garbanzos en el que todo se mezcle y al meter la ‘cuchara de la democracia’ en la boca, los garbanzos sepan a bacalao y las espinacas a garbanzos.

Cada vez que la situación política se complica y nuestros gobernantes empiezan a hacer barrabasadas, existe cierta tranquilidad de que cualquier cosa que se haga entra dentro del escenario político y que no hay que preocuparse porque siempre habrá una justicia y unos jueces a los que recurrir si se terminan por pisotear (aún más) nuestros derechos.

Sin embargo, la justicia no es más que un conjunto de normas que el poder legislativo, en el Congreso, en el Senado o en las Cortes Autonómicas, aprueba y que los jueces se limitan a hacerlas cumplir.

Tenemos el caso actual de la llamada ‘Ley del sí es sí’, por la cual, una serie de políticos sin formación y llevados por el sectarismo y la ideología, modifican una ley por lo cual, un número cada vez mayor de violadores y pederastas están saliendo de la cárcel y, en lugar de asumir el error, rectificar y dimitir, quieren hacer responsables a los jueces de sus errores, cuando éstos solo se dedican a hacer cumplir las leyes que les dan, como si fuesen panaderos que intentan hacer bien un pan con la harina que otros les dan.

A lo que voy es que, si desde el poder ejecutivo (el Gobierno), se empieza a legislar en beneficio propio para conseguir perpetuarse en sus cargos y de manera paralela intentan mangonear en el poder judicial eligiendo a dedo para instituciones tan fundamentales como el Tribunal Constitucional a personas totalmente afines políticamente que han ocupado cargos de responsabilidad en esos mismos gobiernos que legislan (que es lo que está pasando), podemos dirigirnos a lo que no hace mucho tuve ocasión de escuchar de Julio Isamit, exministro de Chile, sobre que la izquierda radical va asaltando poco a poco las instituciones y desguazando el Estado para cuando llegue la revolución, no haya ninguna institución a la que acudir.

Damos muchas cosas por supuesto, cuando la misma democracia está en riesgo.
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