29/06/2021
 Actualizado a 29/06/2021
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El segundo pilar que nos sugiere Emily Esfahani en ‘El arte de cultivar una vida con sentido’ es el propósito, entendido como una meta estable y de largo alcance, «una flecha que nos indica el futuro, motiva nuestra conducta y es el principio organizador de nuestras vidas». El propósito conlleva una implicación con el mundo, un deseo de marcar la diferencia, de contribuir a algo que es superior a nosotros. Las personas que no pueden dar sentido a sus actividades cotidianas suelen andar sin rumbo por la vida.

Para vivir con propósito hace falta autorreflexión y autoconocimiento. «Todos tenemos diferentes especialidades, talentos, reflexiones profundas y experiencias que nos hacen ser como somos. Y todos tendremos un propósito distinto que encajará con nuestra forma de ser y con nuestros valores, es decir, que se corresponderá con nuestra identidad». Porque existe una estrecha relación entre identidad y propósito: así, podemos elegir caminos que se corresponden con nuestros valores y habilidades. «Tenemos muchas capas que esconden nuestro verdadero potencial, pero hasta que no llega el momento adecuado no descubrimos qué es lo que hemos de llegar a ser o en qué nos hemos de transformar». Tendremos, entonces, un ‘darshan’, un destello, una aparición, a veces, gracias a un mentor. San Josemaría Escrivá decía: «Os diré que es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que otros llaman vocación. La vocación nos lleva –sin darnos cuenta– a tomar una posición en la vida, que mantendremos con ilusión y alegría, llenos de esperanza hasta en el trance mismo de la muerte».

En relación con nuestro trabajo, diversos estudios señalan que las personas que consideran que tiene sentido su trabajo es porque lo ven como una forma de ayudar a los demás y adoptan, por tanto, una actitud de servicio. Con independencia de lo que hagamos a diario, cuando reconsideramos nuestra tareas y las vemos como oportunidades para ayudar a los demás, nuestra vida, nuestra ocupación se vuelven más importantes: «Todos tenemos un círculo de personas, en nuestra familia, comunidad y trabajo cuyas vidas podemos mejorar. Ese es nuestro legado».
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